En pasados días, el Banco de la Republica emitió la nueva familia de billetes, que comenzaron a circular desde el primer trimestre de este año. Dentro de esta serie, se tiene la polémica denominación de $100.000 pesos, pues es la única diferente a las ya conocidas. De esta forma se abre el debate sobre, si esta decisión, en vez de generar una solución está creando un nuevo problema.
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Autor: Nichole Warman
El Banco de la República, al igual que muchos bancos centrales del mundo, utiliza una serie de medidas estadísticas para determinar las denominaciones de billetes que circulan en su país, teniendo como variables principales el ingreso per cápita y el comportamiento del salario mínimo. El crecimiento de estos dos factores fue el principal motor para que el ente emisor decidiera finalmente emitir un nuevo billete en la economía, ya que a medida que cercen estas dos medidas aumenta también el valor de las transacciones y el uso de las monedas de alta denominación.
Como en toda decisión de política económica, se han generado diversas opiniones en torno a la dirección que adopta el Banco. En este sentido, vale la pena aclarar y analizar detalladamente los puntos en debate sobre este tema. Cabe resaltar que, cuando en una economía se decide implementar un nuevo billete de máxima denominación, esta decisión es explicada porque las condiciones así lo requieren, es decir, por una mayor demanda de efectivo derivada de un mayor poder adquisitivo de los consumidores. En el caso colombiano esto es lo que ha venido sucediendo desde el 2000, cuando se emitió el billete el $50.000, el PIB per cápita se ha triplicado y el salario mínimo se duplicó, es decir los colombianos han incrementado su capacidad para gastar.
Defensores de la decisiónQuienes están de acuerdo con la nueva emisión afirman que a mediano plazo la medida favorecerá el consumo, tanto porque el consumidor tiene una mayor capacidad de gasto, fruto de un incremento en la oferta monetaria, como también por el impacto psicológico, puesto que de una u otro forma el comprador se siente obligado a adquirir más productos, dinamizando así el comercio. Adicionalmente, en materia de seguridad para los consumidores genera ciertas ventajas, ya que para transacciones muy altas en efectivo es mejor tener billetes de alta denominación, pues se contempla menor volumen, no se genera la sensación de que se maneja mucho dinero y se evita, de cierta manera, ambientes propicios para el hurto y el fleteo.
En búsqueda de este objetivo, el tema ha revivido la iniciativa del gobierno de eliminar los tres ceros del peso colombiano para facilitar las transacciones en el comercio y estar un poco más alineados a los niveles de otras monedas de la región.
Para emitir un juicio de valor sobre este tema hay que situarse en el caso de nuestro país y entender la necesidad que se tiene. En Colombia, una de las grandes metas a nivel financiero es reducir el uso de efectivo en las transacciones del día a día e incentivar el uso del dinero plástico, con el objetivo de brindar un parte de seguridad tanto al consumidor como al vendedor y también para tener un control por parte de las entidades financieras. Este tema se complementa con la necesidad de generar una mayor bancarización e inclusión financiera en el país, para evitar la ilegalidad en las transacciones. Sin embargo, una mayor cantidad de efectivo circulando en la economía no incentiva de ninguna manera realizar los pagos por medio de tarjetas o instrumentos financieros.
Otro punto importante a destacar es la informalidad. En el país, una gran proporción del comercio se maneja en el día a día en bajas denominaciones de efectivo, y muchos de los bienes y servicios que se demandan están lejos de valer $100.000, por lo que sería un problema real al momento de pagar con un billete de la más alta denominación. Otra situación negativa de esta iniciativa gira alrededor de la inflación. Según el DANE, Colombia registró en el primer trimestre del 2016 una inflación de 3,55%, el valor más alto de la última década, y de 7,98% en los últimos 12 meses. En este sentido, al inyectar una mayor cantidad de oferta monetaria a la economía (billetes), los consumidores demandaran cada vez más bienes y servicios por su capacidad para gastar, lo que incrementaría el valor de los mismos y afectaría finalmente la inflación, desbordándola aún más. Adicionalmente, la generación de un impacto psicológico por la devaluación del peso puede estar implícito en esta decisión, ya que un salario mínimo podría estar expresado en alrededor 6 billetes de esta denominación.
En conclusión, a priori, la decisión del Banco de la República parece tener más contradictores que defensores por los efectos anteriormente descritos; sin embargo, cuando se emitió el billete de $50.000 la polémica era muy parecida a la que hoy se presenta y finalmente los consumidores se terminaron acostumbrando a las condiciones de mercado, más allá de sus consecuencias.
Ricardo Gómez LondoñoIngeniero Financieroricardo-2025@hotmail.com