A medida que el coronavirus se expande por el planeta, lo hace también el riesgo de crisis de los sistemas de salud y la economía. Por el lado de la salud, existe la posibilidad de que colapsen los hospitales, como ha ocurrido España e Italia, mientras que la economía ha presenciado las caídas financieras de sectores como el turismo, la aviación, los restaurantes, la moda, los deportes, entre otros (Matriz de Impacto Sectorial por Coronavirus Marzo 2020). Esta situación ha volcado a los gobiernos a buscar herramientas para inyectar recursos que permitan evitar una recesión económica (El Efecto de las Enfermedades Virales en la Economía Global ‘Coronavirus’) y la forma de hacerlo es estimulando su política monetaria y fiscal.
Existen dos herramientas fundamentales de política monetaria y fiscal para afrontar situaciones de este tipo: una de ellas es la reducción de tasas de interés, que conlleva a aumentar el gasto y la demanda de crédito por parte de las personas y las empresas. La otra, es el aumento del gasto público y la reducción de impuestos, que incentiva la demanda mediante la generación de empleo y promueve la entrada de inversión. Ambas herramientas se han implementado en Colombia con el anuncio del Banco de la República de recorte de tasa, los ajustes en los plazos de pago de impuestos y la inyección de mayor gasto a través de programas sociales, para lo cual se hizo un ajuste en la regla fiscal (¿Qué es la Regla Fiscal y Cómo Afecta al País su Flexibilización?).
Si bien estas políticas ayudan a menguar el impacto económico, se debe tener en cuenta que la situación actual es diferente a la crisis del 2008, pues en ese momento el problema se resolvía con los agentes monetarios, es decir, era una situación de “wallstreet”. Hoy, la dificultad es de “mainstreet”, por lo que resulta complejo incrementar el consumo de las personas, debido a los impedimentos para desplazarse y utilizar los medios del mercado.
Existe, además, una tercera opción para inyectar dinero de forma directa a la economía: a través de la flexibilización monetaria (QE: quantitative easing), cuyo objetivo es que los bancos centrales creen reservas bancarias y aumenten la base monetaria mediante tres mecanismos: comprando bonos o títulos del Gobierno (también implementado por Colombia), comprando reservas internacionales u otorgándole préstamos al sistema financiero.
Pero ¿de donde sale el dinero para implementar estos planes de inyección de recursos? En la mayoría de los casos, provienen de fondos de reserva e incluso de las reservas internacionales de los estados. En Colombia, el dinero proviene del Fondo de Mitigación de Emergencias -FOME-, alimentado a su vez por el fondo de Ahorro y Estabilización –FAE- ($14,8 billones), el Fondo de Pensiones Territoriales –FONPET- ($2,7 billones), recursos asignados del Presupuesto General de la Nación y rendimientos financieros generados por la administración de los recursos.
Por su parte, en Estados Unidos la Reserva Federal (FED) anunció que reviviría el programa de QE, comprando 500 billones de dólares en títulos del gobierno y 200 en hipotecas, en búsqueda de que los bancos tengan suficiente liquidez para ayudar a las empresas impactadas por la pandemia. Vale recordar que Entre 2008 y 2014 la FED lanzó el programa QE, con el cual adhirió cuatro trillones de dólares a la oferta monetaria mediante la compra de títulos del gobierno, inyectándolos a los bancos. Este movimiento es equivalente a imprimir el dinero, pues, cuando se consultó al presidente de la FED de ese entonces, Ben Bernanke, por el origen de los fondos, explicó que no proviene de reservas o impuestos, sino que se origina al ajustar los algoritmos de los bancos para que recibieran el dinero. Así, este tipo de acciones permite abrir el debate sobre la aplicabilidad de la Teoría Monetaria Moderna – MMT.
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