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De Líder a Dictador… Una Fábula Empresarial

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Existía en un lejano país, una empresa importante y prospera que había sobrevivido como pocas a las inclemencias de los vaivenes de la economía local, nacional y mundial, varias crisis tenía en su haber, que le habían dado la experiencia y el conocimiento para manejar esos vendavales de los ciclos económicos, que no respetan dios ni ley como dirían los ancianos, ya había pasado por varias generaciones de directivos, tan disímiles como coincidentes que habían dejado su impronta en la cultura de aquella organización (¿Realmente Conoces la Cultura de tu Organización?). 

Fuente imagen: shutterstock

La lucha generacional no se había hecho esperar y los, ya ancianos, que habían evitado la quiebra y cierre de la empresa habían dado paso a una nueva generación, no más joven, pero si nueva, a pesar de que muchas de sus ideas se habían forjado en la cultura de los ancianos (¿Lo que Haces lo Recordarás en 20 Años?).
Esta nueva generación trató de marcar distancia y de modernizar su proceso administrativo, renovó los cuadros directivos, trajo a la compañía gente con nuevas ideas, estudios en el exterior, experiencias en otras latitudes y el proceso de cambio empezó y generó sus frutos, los resultados no se hicieron esperar y la nueva forma de gestionar la organización empezó a calar en todas las áreas y la cultura empezó a cambiar.
Sin embargo, algunas cosas no cambiaron al mismo ritmo, los viejos paradigmas y hábitos que yacían en lo más hondo de la cultura, emergían de cuando en vez, resistiéndose a morir y tratando de llevar de nuevo a la organización a la cultura de las relaciones industriales, de los jefes capataces, de la lejanía que da el poder y de las decisiones autoritarias y fuera de consenso.
La Cultura anterior retrograda, jerarquizada y llena de miedos quería resurgir cada tanto y contaba en sus filas con algunos personajes de la vieja escuela que se negaban a cambiar por temor a perder, a perder su poder, su influencia, su estatus o simplemente a perder su zona de confort, ese engañoso espacio donde creemos, equivocadamente que reinaremos por siempre, pero que se convierte finalmente y sin temor a equivocarme en la debacle para cualquier profesional que no se atreva a cambiar, a evolucionar o a reinventarse cada tanto.
Hablo de los personajes aquellos, en todos los niveles de la organización, poniendo palos en la rueda de los procesos, intentando mantener un status quo anticuado y paquidérmico, pero que con base en su experiencia de glorias pasadas les granjeaba el respeto y la admiración de algunos, pero que ya no eran suficientes para las nuevas demandas competitivas y de gestión que urgían en la organización.
Desafortunadamente y como pasa en muchas historias lo negativo es más fuerte que lo positivo y unos pocos eran capaces de ralentizar los procesos, las decisiones y llenar de miedo e incertidumbre al resto de la organización, haciendo cada vez más difícil el proceso de cambio y haciendo perder oportunidades de avance y desarrollo, no solo importantes sino necesarias para el crecimiento y estabilidad de la compañía.
Para poner la cereza en el pastel, las nuevas generaciones, cansadas de luchar contra la corriente, de darse golpes contra las viejas estructuras y de ver como sus ideas de cambio eran cada vez más difíciles de vender, terminaron cediendo en lo primordial y actuando en muchos casos con la actitud de los súbditos del “Traje Nuevo del Emperador”, debido a su forma autoritaria, casi dictatorial que emergía en los momentos menos esperados y que por temor a perder su amistad, su confianza o hasta su puesto no tenían, según ellos, otra opción, que aceptar y hasta aplaudir las decisiones, muchas de ellas absurdas, caprichosas e impulsivas, nada coherentes y basadas en motivaciones carentes de análisis o estudio alguno que solo conseguían postrar la compañía y al final de la historia afectar los resultados.
Años de trabajo, de buenas ideas y de grandes proyectos quedaban reducidos en segundos a simple basura por las decisiones del otro líder que con su poder y con la falta de criterio y firmeza de sus seguidores se había convertido en un pequeño dictador, embriagado de su rimbombante cargo y de las adulaciones que recibía.
Esta historia, puede estar más cerca de suceder de lo que pensamos en nuestras compañías, pues olvidamos que un líder debe ser ejemplo de coherencia, servicio e inspiración y que sin importar el poder que se ostente por un título o nombramiento, es la humildad la que realmente nos hace grandes.

Elkin Darío Botero RamírezConferencista y Consultor en Liderazgocreser360@liderazgoycultura.com.cowww.liderazgoycultura.com.co

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