A lo largo de la historia, la mujer ha desempeñado un papel clave en diversos ámbitos como la política, la religión y la economía. Figuras como Cleopatra, Margaret Thatcher e Isabel II han marcado hitos en sus respectivas áreas. Sin embargo, existe un sector del que poco se habla pero que ha estado presente en todas las civilizaciones: la industria del sexo y su relación con la economía. Si bien este mercado también involucra a los hombres, este artículo se enfocará principalmente en el rol femenino dentro de esta industria.
El Mercado del Sexo y su Dependencia Económica
El sector de los servicios sexuales está directamente ligado al crecimiento y a las fluctuaciones de la economía. En términos simples, la prostitución tiende a concentrarse en áreas donde hay un alto flujo de capital y sectores económicos dinámicos. Esto explica por qué ciudades como Cartagena y Medellín, con un auge económico impulsado por el turismo y otras actividades, se han convertido en epicentros de este tipo de comercio, tanto legal como ilegal.
En Colombia, la prostitución sigue siendo una actividad poco regulada, lo que dificulta obtener estadísticas precisas sobre su impacto económico. Debido a esta falta de regulación, el negocio se convierte en un objetivo para redes criminales que ven en él una fuente de ingresos altamente lucrativa. Casos como el de alias “Pijarvey”, líder de los “narcos del Llano”, o el de “Megateo”, exjefe del narcotráfico en los Santanderes, evidencian cómo el crimen organizado se beneficia de este mercado, involucrando incluso a menores de edad y sometiendo a explotación a cientos de personas.
¿Cuánto Mueve la Industria del Sexo?
Aunque las cifras exactas son difíciles de determinar, estudios realizados por Camilo Herrera, presidente de la firma Radar, estiman que la prostitución en Colombia genera alrededor de 5,7 billones de pesos anuales. Esto implica que, de cada 100 pesos gastados por los hogares colombianos, al menos dos se destinan a servicios sexuales.
A nivel global, investigaciones como las del portal Business Pundit y el analista Benjamín Skinner estiman que la industria del sexo mueve más de 108.000 millones de dólares al año. En promedio, una trabajadora sexual puede llegar a generar hasta 250.000 dólares anuales, aunque este monto varía significativamente según el país y el nivel de servicio ofrecido.
Dificultades para Medir el Mercado del Sexo
Uno de los principales desafíos para evaluar este sector es su carácter clandestino. Un estudio de la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (Redtrasex) indica que 4 de cada 10 establecimientos de servicios sexuales operan de manera ilegal, lo que dificulta la recolección de datos precisos. En Bogotá, la Secretaría de Integración Social estima que el precio de los servicios sexuales varía entre 50.000 y 2 millones de pesos, dependiendo de la categoría del servicio y su ubicación.
Además de los ingresos directos de la prostitución, existen ganancias indirectas relacionadas con esta industria, como las cirugías estéticas, la compra de lencería, revisiones médicas, el uso de moteles y donaciones por contenido erótico en plataformas digitales. De hecho, en municipios mineros y zonas con alto flujo de dinero, la cantidad de trabajadoras sexuales puede multiplicarse por cinco o hasta por diez los fines de semana.
El mercado de los servicios sexuales es un sector que, aunque poco estudiado, tiene un impacto económico significativo. Su relación con la economía es innegable, ya que se adapta a las dinámicas financieras de cada región. Sin embargo, su naturaleza clandestina y la falta de regulación hacen que sea un campo difícil de cuantificar. Comprender esta industria no solo implica reconocer su impacto financiero, sino también analizar sus implicaciones sociales y la necesidad de políticas públicas que permitan abordar sus desafíos de manera integral.