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El Siglo de ChIndia

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China e India comparten un lugar especial en las naciones de hoy – unas locomotoras que están jalonando la economía global, mientras gran parte del resto del mundo se encuentra en una situación desesperada.
Todos lo hemos oído: tasas de crecimiento increíbles, consumo en auge y gran influencia geopolítica – un nuevo orden impulsado por mega eventos como los olímpicos de 2008 en Beijing y slogans extravagantes como “India increíble” en la conferencia de Davos.
“La irrupción de China e India”, escribe Robyn Meredith en su libro ‘El elefante y el dragón’, “ha hecho que todo el panorama económico y político del mundo cambie ante nuestros ojos”. El político indio Jairam Ramesh lo resume en un neologismo: ChIndia.
Con las economías occidentales tambaleando, el mundo está mirando especialmente a China e India como salvadores. Los Estados Unidos incluso están suplicando a Beijing que se comprometa económicamente con el plan de salvamento de la zona euro. Pero ese es solo un lado de la moneda. Existe una dualidad entre China e India. La relación entre ambos es complicada; estos dos gigantes en la cúspide de su poder son más rivales que socios. Y más allá de sus logros, ambos enfrentan unos retos inmensos. Aunque suman casi el 40% de la población mundial estimada en 7 billones, aún viven en una especie de mundos paralelos. Chinos e indios, son “culturalmente intraducibles uno al otro”, según describe el periodista indio Palavi Aiyar.
Rivales o aliados?
En general, lo que pensaban chinos e indios del otro era usualmente malo. Las percepciones y actitudes, deliberadamente condimentadas con apelativos raciales para descalificar, eran de este tipo: para los chinos, los indios eran pobres, supersticiosos y desaseados; para los indios, los chinos eran vulgares, ateos – y cochinos. Aunque Hong Kong no es un microcosmo de ChIndia, refleja cómo, a medida que China e India han ido cambiando, también lo han hecho los estereotipos.  Por ejemplo, los indios que viven en Hong Kong han cambiado su parecer sobre los chinos, pero usualmente en dos dimensiones superficiales: riqueza y poder.
En su libro, Meredith cita a uno de los hombres más ricos de India y del mundo, Ratan Tata, diciendo: “China es la fábrica del mundo, India puede ser el centro de conocimiento de esta región. Si nos orientamos para trabajar juntos, podríamos ser una fuerza formidable de dos naciones”. Esto es ambicioso – y tal vez irreal. China e India fueron almas gemelas – con la migración del budismo hace 2.000 años. Después, el monje indio Bodhidharma viajo a China para difundir el mensaje de Zen. Esta fue una época de mutuo descubrimiento. Para el siglo 17, ambas eran las superpotencias en comercio. Después, se quedaron estancadas en sus propios mundos de feudalismo y colonialismo – un dinastía en decadencia en China, el Raj británico en India – seguido de décadas de revolución y ferviente socialismo. Las relaciones modernas entre los dos países estuvieron mascadas especialmente por la sospecha – y alguna guerra fronteriza.
Actualmente hay un ambiente de amistad, aunque las tensiones no faltan. Incluso con los países hablando de paz y prosperidad, China está estableciendo un “collar de perlas” en el Océano Índico (término utilizado para describir todos los puntos en los que China tiene influencia geopolítica o militar en el océano indico y que forman una barrera virtual), perturbando a Nueva Delhi, e India está en conversaciones para extraer petróleo y gas en el Mar del Sur de China, enfadando a Beijing. Más que eso, los lazos comerciales cercanos entre las naciones que usualmente los previenen de entrar en conflicto no son lo suficientemente fuertes entre China e India. La inversión china es India es cerca del 0,05% de la total, mientras que la inversión directa india en China es tan baja que en muchos reportes no aparece. El comercio bilateral está creciendo (especialmente las exportaciones chinas a India), pero aun es una proporción pequeña del total de exportaciones. Con su tamaño e impacto, las dos no están tan conectadas como deberían. Increíblemente, pocas ciudades de los dos países tienen vuelos directos entre ellas.
Las casas en orden
Antes que salvar al mundo, China e India necesitan arreglar sus propias economías y sociedades. Éstas están plagadas por datos desalentadores. El crecimiento se está estancando, aunque en el caso de China, eso ayuda a enfriar su economía recalentada. En ambos países, las exportaciones han bajado, la inflación está en niveles dolorosos, la inequidad en los ingresos está llegando a proporciones escandalosas, y las injusticias como concentración de la tierra están encendiendo las protestas. Los dos han sacado millones de la pobreza (aunque China ha hecho un mejor trabajo), pero otros millones –jóvenes, trabajadores, campesinos- permanecen marginados y desesperados por un sustento decente. Mientras China no sigue las reglas, India tiene demasiadas reglas por cumplir. China está en un punto de inflexión, luchando por controlar burbujas de activos y malos préstamos, y por rebalancear su economía y llevarla de una cuyo crecimiento no esté sustentado en la inversión del estado sino por el consumo. La reputación de India, mientras tanto, ha sido tan golpeada por la corrupción que las principales corporaciones del país han contratado la consultora de EU Bain & Company para emprender la campaña “India creíble”.
Percepción vs. Realidad
Al menos india puede contar con una mejor imagen a nivel global que China. Los occidentales, en particular, los ven a través de un prisma romántico e ideológico. India es Gandhi, yoga, “Comer, rezar y amar”. Un apacible elefante; un exportador, pero no de bienes con precios injustamente bajos. China es suciedad; el país que usted ama odiar. Prima el dragón en llamas por encima del tierno panda. Mercantilista, rapaz, amenazante; resentido hasta cuando es cortejado.
Hay dos razones para esta dicotomía: el perfil de Beijing y su estilo arrogante es más grande que el de Nueva Delhi, permitiéndole a India escapar de ese escrutinio; e India es una democracia mientras China es un estado autoritario. Todo el año, los líderes de Beijing han tomado medidas durísimas contra los disidentes políticos y contra la actividad en internet; ellos no habrían tolerado, por ejemplo, el verano indio de protestas contra la corrupción en Nueva Delhi (se acuerda del Nobel de Paz de 2010, Tieananmen, que sigue en la cárcel por su activismo?). Sin embargo, la cruda verdad es que India no es tan libre como parece y la democracia no asegura que haya un buen gobierno. Las instituciones indias son débiles, los abusos a los derechos humanitarios no se conocen, y el dinero y el poder usualmente compran impunidad. Aunque los indios tienen su voto, eso no equivale a una voz. India tiene su propio Tíbet: Kashmir.
Cuál camino económico, el de China o India – esencialmente, capitalismo estatal vs. Economía de mercado- es sostenible? Cuál sociedad es más durable? Cuál nación tiene un sentido de destino más fuerte? El mundo entero quiere y necesita saberlo. No es fácil identificar al ganador. Éste será el que dé mayor justicia y dignidad a mayor cantidad de personas. Ese resultado aún está China 0, India 0.
*Con información de Time

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