Hacia mediados del siglo II a.C. en China, bajo la dinastía Han, se desarrolló la Ruta de la Seda. Esta se componía de una serie de caminos estratégicos para el comercio con Asia Central y el Mediterráneo, la cual se organizó a partir del negocio de la seda china, que en ese entonces era considerada la mercancía más prestigiosa, pues en todo el mundo solo los chinos conocían como se elaboraba, con el fin de evitar el robo y contrabando de la misma por otros países. Por estas rutas también transitaban piedras y metales preciosos, marfil, especias, porcelanas, entre otras mercancías valiosas.
Mapa de la Antigua Ruta de la Seda
El 14 de marzo de 2013, Xi Jinping asumió la presidencia de China, y desde entonces este país comenzó a llevar a cabo un plan para conectar economías de manera monopolizada, a través de Eurasia y África Oriental. El foco principal de este plan es la inversión en infraestructura, como aeropuertos, redes de fibra óptica, carreteras, ferrocarriles, puertos marítimos, oleoductos y gasoductos.
Al proyecto se le denominó las “Nuevas Rutas de la Seda”, pues se está aplicando la estrategia que hace siglos le sirvió a china para comercializar la seda de manera exclusiva, esta vez, tratando de monopolizar las construcciones civiles, como, por ejemplo, el ferrocarril que unirá a Hungría con Serbia.
China ha venido teniendo una desaceleración económica y este plan pretende la generación de nuevos mercados para las empresas chinas mediante la inversión en infraestructura. Los costos del proyecto han sido asumidos por las empresas de construcción e ingeniería, respaldadas por el gobierno, y la financiación se hace a través del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), el Fondo de Ruta de la Seda y el Banco de los Brics.
El portavoz del Ministerio de Comercio chino, Sun Jiwen, afirmó que en 2016 el gigante asiático invirtió 14.500 millones de dólares y las empresas inyectaron 126.000 millones de dólares a este proyecto de talla internacional. Dichas inversiones se distribuyeron en 53 países, principalmente Europa y Asia, sin que América Latina se quedara a un lado.
En 2014, la constructora china Sinohydro compitió contra la firma Odebrecht, para ganar la licitación que asumiría la recuperación de la navegabilidad del río Magdalena en Colombia. Años después, ante el fracaso y escándalo de corrupción de Odebrecht en el proyecto, llega una nueva firma, Power China, interesada en terminar el proyecto.
En 2015 el flujo de financiación por parte de las instituciones gubernamentales China Development Bank y Export-Import Bank, hacia América Latina, fue de 29.000 millones de dólares, con Venezuela, Brasil, Bolivia, Chile y Ecuador como principales receptores. Entre los proyectos se encuentra el corredor bio-oceánico que une a Brasil, Bolivia y Chile. Por su parte, Costa Rica obtuvo 400 millones de dólares para la autopista entre la capital San José y Barbados.
En ese mismo año, Colombia y China firmaron 5 acuerdos de cooperación, inversión y desarrollo en diferentes áreas, relacionadas con infraestructura y desarrollo agrícola y vial en la Altillanura colombiana. Adicionalmente, la empresa China Gezhouba Group Company se mostró interesada en realizar la construcción de la vía Villavicencio-Yopal, que comprendía la ampliación de 87 puentes existentes y la construcción de 32 más, y de la doble calzada entre Puente Amarillo y Cumaral, además del interés por generar inversión en el puerto de Buenaventura.
Por esto, el primer ministro de China, Li Keqiang, y el mandatario colombiano, Juan Manuel Santos, firmaron un acuerdo de fortalecimiento de la cooperación en la construcción de infraestructura, en el que el Banco chino ofreció a Colombia políticas y modelos que han sido exitosos en ese país.
Para 2016 China le prometió a Argentina financiación de 25 mil millones de dólares para proyectos de energía hidroeléctrica, nuclear, solar, el ferrocarril Belgrano-Cargas, un gasoducto, un acueducto y obras viales. Y al finalizar el año, el Presidente de la República Popular China, Xi Jinping, reafirmó la estratégica con América Latina para fomentar el desarrollo en la actual coyuntura.
Actualmente, China cuenta con una participación del 39% en el crecimiento económico mundial, y la materialización del proyecto “la nueva ruta de la seda” en América Latina es un tema que no se puede dejar pasar por alto. El pasado 13 de febrero, China y Venezuela firmaron 22 acuerdos por 2.700 millones de dólares, mientras las inversiones chinas aumentan también en Cuba, con un centro de desarrollo de energías renovables.
El gigante asiático, además, cuenta con varios fondos de financiación para proyectos de infraestructura, entre ellos: el Fondo China-LAC de Inversión para la Cooperación Industrial, el Programa de Préstamos Especiales para Proyectos de Infraestructura China-LAC y el Fondo de Cooperación China-LAC.
En los últimos tiempos se han hecho notables los progresos en infraestructura, con la construcción de una red integral de carreteras y puertos en Colombia, y cada vez son más las compañías chinas que están mejor posicionadas para ganar licitaciones en proyectos de infraestructura.
Si bien, el país asiático afirma que estas medidas de infraestructura beneficiarán a los países de Latinoamérica, impulsando el desarrollo y profundización de la inversión a lo largo de estas rutas, hay quienes aseguran que esta podría ser una estrategia pacífica de expansión china, fortaleciendo perspicaz y sutilmente su presencia en el comercio mundial para ser, como hace siglos, el poseedor de la fórmula secreta para el comercio de mercancías.
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