A medida que van avanzando las nuevas tecnologías en la vida cotidiana, crece también los debates éticos sobre cuál es la privacidad y el uso que están teniendo las personas con herramientas como la inteligencia artificial y big data. Es una realidad que el desafío no es la tecnología en sí, sino como la instruimos y la usamos para el bien común. Las filtraciones, las interceptaciones telefónicas, los hackeos, se han vuelto algo común en el día a día; todas las personas y compañías están expuestas a un ataque, en especial en esta época en la que existe una sobre abundancia de datos.
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Todo lo que hacemos dentro y fuera de la web deja un rastro, como por ejemplo los datos en las compras que realizamos por internet, los mensajes que enviamos por medio de aplicaciones, las imágenes que se comparten y los comentarios que hacemos en las redes sociales, entre otros, todo tiene una localización y un reconocimiento especifico, y así, es utilizado, en mayor o menor medida, para calificar y hacerse un criterio de una persona.
Un ejemplo claro de ellos es como es utilizado a la hora de encontrar y ser aceptado en un empleo, en donde muchas compañías tienen como filtro la revisión del perfil en las diferentes redes en donde puede localizarse una persona, de igual forma para la incursión en las entidades financieras, para acceder a vivienda, a la universidad, entre otras.
El problema no es la tecnología, ya que esta contribuye a un desarrollo social. Lo que es éticamente incorrecto es como se utilizan los datos, en donde no se hace referencia solo a los datos de cada individuo, sino de todo el ciclo de uso, como su recolección y aplicación, en donde estos pueden estar sesgados, manipulados o con una mala interpretación.
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Recientemente, salió a la luz una aplicación llamada DeppNude, la cual utiliza inteligencia artificial para recrear una imagen de una mujer sin ropa. A esto se le ha denominado Deep Fakes, que se refiere a imágenes o videos falsos proporcionados por algoritmos muy potentes que consiguen lograr tal acción.
Tanto los programadores, analistas y organizaciones deben ser éticos y actuar con transparencia para un uso positivo de la sociedad, de lo contario, estos podrían sufrir una perdida enorme en la su reputación, una pérdida de confianza enrome en su forma de gestionar y liderar, tal como sucedió con la consultora Cambridge Analytica, compañía que usa el análisis de datos para el desarrollo de marcas comerciales y compañas políticas.
Cambridge Analytica fue acusada luego de que se publicarán una serie de investigaciones por las que se afirma que esta compañía adquirió de forma indebida la información de 50 millones de usuarios en Estados Unidos a través de Facebook, lo que le ocasiono una pérdida de US$37.000 millones a la red social. Cambridge Analytica fueron acusados por robo de datos, interferencias políticas y chantajes de prostitución, así como interferir psicológicamente en cada usuario para las elecciones presidenciales del actual jefe de estado de dicho país, Donald Trump.
La empresa lo hizo a través del profesor de la Universidad de Cambridge Aleksandr Kogan, el cual desarrollo un test en forma de aplicación de Facebook, en el que aproximadamente unos 265.000 usuarios lo completaron y en el que habilitaron el permiso para acceder a su información personal sin su consentimiento. Kogan vendió su información a Cambridge Analytica quienes cruzaron su test con los perfiles de Facebook para interferir en cual debería ser el contenido, y el tono de mensaje para cambiar la forma de actuar de los votantes de una forma prácticamente personalizada.
En Colombia existe la ley 1581 de 2012, la ley de protección de datos personales que “protege” la información personal almacenada en bases de datos. A partir de ahora, será fundamental desarrollar una normatividad y esquema de ciberseguridad que tenga una mayor rigurosidad en cuanto a estas prácticas y al uso de datos, direccionándolo a una que sea una ayuda y una herramienta de crecimiento económico para el país por el uso adecuado de la información.
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