Vista del edificio del Congreso en Brasilia. Archivo Sectorial.co
A partir del año 2003, Brasil ha experimentado una estabilidad macroeconómica, aumentando sus reservas internacionales, reduciendo su deuda externa y adquiriendo un compromiso fiscal. Del año 2003 al 2007, el país presenció un superávit comercial record jalonado por la combinación de aumento en la productividad y precios de los productos básicos, lo que contribuyó al aumento en las exportaciones. Para el año 2006 se mejoraba su perfil de deuda, con el compromiso de responsabilidad fiscal liderado por el Presidente Luiz Inácio Lula Da Silva. El crecimiento de los mercados emergentes se favoreció por la liquidez internacional, donde los flujos de inversión extranjera recibidos permitieron la entrada de gran cantidad de divisas, lo que ha contribuido al incremento en las reservas internacionales. Brasil es el mayor mercado de América Latina (con más de 200 millones de habitantes), es el quinto país en extensión del mundo y la sexta mayor economía mundial.
Del 2003 al 2010 el Producto Interno Bruto de Brasil pasó de U$1,5 trillones a U$ 2,2 trillones, su crecimiento ha sido vertiginoso, pero ahora la máquina brasileña parece que está desacelerando. Tras haber logrado un crecimiento del 7,5% en 2010, el 2011 fue del 3,2%, y las estimaciones para 2012 hablan de un 4%, algunas entidades como el Banco Central de Brasil hablan de un crecimiento aproximado al 3,5%. De no ser por la producción agropecuaria, el crecimiento del PIB habría estado por debajo de 0% en el cuarto trimestre de 2011. La industria, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), ya venía en decadencia. Lo que más llama la atención de los economistas y analistas es el frenazo en el consumo interno, que bajó 0,1%, con lo cual registró el primer dato negativo en tres años.
Los resultados del 2011 han motivado actuaciones del gobierno. El Ministerio de Hacienda, liderado por Guido Mantenga anunció un conjunto de medidas para estimular y fortalecer la economía brasileña. Las iniciativas tienen como objetivo incentivar la inversión, el crédito y el consumo en medio de un escenario internacional adverso.
Las medidas anti desaceleración tomadas por el gobierno brasileño reviven un poco las realizadas en el 2008 que ayudaron al país a salir prontamente de la recesión mundial. Sin embargo, algunas causan dudas, pues la crisis en Europa cada vez se complica más y adicionalmente existe una desaceleración China, de la cual depende Brasil en gran medida para exportar su materia prima. Por un lado las medidas quieren incentivar el consumo interno, pero por otro se incrementan los costos de producción.
El enfoque de las ayudas no es externo, sino interno, buscando motivar la demanda y la inversión, apoyado en la disminución de impuestos. A su vez, las medidas de ayuda se han centrado en los sectores más afectados por la apreciación de la moneda: las manufacturas, principalmente. Pero hay una serie de obstáculos para que la industria, especialmente para que la manufactura sea más competitiva, como lo es el caso de la baja calidad de infraestructura. El estimulo de la economía mediante el consumo dará sus resultados al corto plazo, pero se deben tomar medidas de largo plazo.
Ante este tropezón brasileño, sobresale que el Banco Central está queriendo apoyar el crédito, y ahora está en un ciclo de relajar la política monetaria. Esto generará una disminución en el costo del servicio del crédito, lo cual apoyará a los consumidores. El sector bancario brasileño es bastante sólido, manejan altos niveles de encajes y en caso de un estancamiento, el Banco Central puede inyectar liquidez a la economía local.
La desaceleración de la máquina brasileña preocupa al país y a sus vecinos, la situación es delicada y gravita en gran medida en las decisiones que toma la presidenta Dilma Rouseff, quién al cumplir un año en el poder, está por reformar su gabinete afectado por los escándalos de corrupción, que ya le han costado el puesto a varios ministros.