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La Historia de Andrés Piedrahíta, el Colombiano que Invirtió en Bernard Madoff

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Andrés Piedrahíta es alguno de los pocos colombianos que contaron con una educación privilegiada en el país, con la posibilidad de perfeccionar su nivel intelectual en Estados Unidos y con un importante éxito profesional en el mundo financiero. Éxito que duró hasta que su firma de inversiones quebrara en 2009, tras tener grandes sumas de dinero invertidas en la mayor pirámide financiera del mundo a manos de Bernard Madoff.

Hijo de un corredor de commodities, Piedrahíta era un joven que se destacaba por su popularidad cuando estudiaba en el English School, un colegio privado al que asistía en Bogotá. Después de graduarse de bachiller, estudió comunicación en la Universidad de Boston, en dicha ciudad, se conectó con muchos hijos de familias ricas de América Latina y Europa, que luego lo ayudarían a expandir su negocio de inversión.

Después de graduarse de la universidad, Andrés Piedrahíta vivió en Nueva York, donde trabajó como corredor de commodities, vendiendo acciones y desempeñándose como asesor de inversiones por más de una década en varias firmas. Piedrahíta empezó a trabajar por su cuenta en 1991 cuando fundó una pequeña firma llamada Littlestone Investments, en Manhattan, la cual en 1997 se fusionó con Fairfield Greenwich, firma que era propiedad del padre de su esposa Corina Noel.

Casado desde 1989 con la hija de Walter Noel, Piedrahíta era uno de los cuatro yernos que trabajaban en la empresa familiar. Sin embargo, sus sobresalientes habilidades en relaciones públicas lo distinguieron de los demás. Su papel en la compañía se centró en atraer capitales de inversionistas en diferentes latitudes para canalizar sus recursos a través de la firma en la que era socio y que comenzó a comercializar el producto de inversión de Bernard Madoff.

Piedrahíta convirtió Madrid en su centro de operaciones buscando la expansión del negocio, país en el que comenzó a tejer una importante red de amistades entre los ambientes más selectos de la capital. El perfil del inversionista estaba claramente definido. Mucho más que simples clientes de banca privada, la entrada en el fondo de Madoff se vendía como un producto premium a la élite local, los más ricos entre los ricos, capaces y dispuestos a entrar con grandes cantidades ante las perspectivas de una rentabilidad media anual aceptable (8-12%) con una volatilidad mínima.

Fairfield Greenwich, con oficinas en Londres, Nueva York, Miami y Madrid, no era el único comercializador del fondo de Madoff en España, pero sí el principal. Para el mercado español, Andrés Piedrahíta contaba con una importante oficina de representación, nutrida de conocidos financieros, muchos de ellos integrantes de ese mismo círculo de grandes fortunas y reconocidos apellidos, y por tanto con acceso a esos inversores de “alta calidad”, quienes se enriquecieron por varios períodos.

Parte del éxito de Andrés Piedrahíta se basaba en contar poco cómo hacía el dinero, fuera de decir que invertía en Wall Street desde una oficina pequeña ubicada en Manhattan. Su fama fue tal, que pocos se sorprendieron cuando el fondo de Madoff siguió mostrando buenos números en los últimos meses, después de que los mercados se desplomaran, primero por la crisis hipotecaria en Estados Unidos y después por la recesión mundial. Pero cuando algunos de los clientes empezaron a retirar su dinero, todo cayó como un castillo de naipes.

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