En los últimos días, el mandatario electo de los Estado Unidos empezó a ejercer sus funciones de manera extraoficial a través de Twitter, un canal poco diplomático pero muy populista, y al parecer bastante efectivo. Lo que había sido una de sus posiciones radicales durante la campaña, ha empezado a materializarse pocos días antes de asumir formalmente la presidencia de la nación insignia del capitalismo en el mundo. Uno de los principales blancos de los comentarios del magnate ha sido la industria mexicana.
Fuente: Pixabay
El papel de la industria automotriz mexicana se ha tornado importante a medida que grandes marcas han decidido instalar parte de su producción en este país; hoy son 8 las compañías que tienen presencia en México: Ford, GM, Honda, Chrysler, Nissan, Toyota, Volkswagen y Mazda, y esto ha generado un aumento considerable de la producción, que pasó de 1 millón de autos en 1994 a 3.25 millones en 2015, y con una proyección de 5 millones para 2019.
Existen tres factores determinantes para el éxito de la industria automotriz mexicana; en primer lugar, la ubicación geográfica del país lo hace sumamente interesante, al tener salida hacia el Pacifico y el Atlántico, y estar situado justo en la frontera con el mayor mercado automotriz del mundo: el estadunidense. En segundo lugar, la gran red de tratados de libre comercio con los que cuenta; y finalmente, la mano de obra barata y calificada hace que el país sea cada vez más apetecido por las empresas de la industria.
La combinación de estos factores y el hecho de que la industria automotriz ha sido históricamente un símbolo del orgullo patriótico y la salud manufacturera de los Estados Unidos, ha puesto a la industria automotriz mexicana en la mira del nuevo mandatario estadounidense.
Con la crisis de 2008, que afectó considerablemente a las productoras norteamericanas Ford, GM y Chrysler, una gran cantidad de empleos se perdieron, y ciudades tradicionalmente industriales, como Detroit (El Declive de la Ciudad Mundial Automotriz: Detroit), vieron cómo su principal actividad cerraba las puertas, dejando a su paso un panorama económico desalentador. Estos empleos que se perdieron en EEUU fueron trasladándose paulatinamente a México, aportando a su consolidación como séptimo productor de autos a nivel mundial, desplazando incluso a Brasil en el último año.
A través de Twitter, Trump ha lanzado amenazas sobre el cobro de impuestos a los vehículos ensamblados en el extranjero que pretendan ser vendidos en el mercado estadounidense, y en un par de días logró que Ford frenara una inversión de US $1.600 millones que tenía planeada para construir una planta en San Luis Potosí, y en su lugar invirtiera US $700 millones en su planta en Michigan, aunque la automotriz atribuye la decisión a otras causas.
Mark Fields, presidente ejecutivo de Ford, argumenta que la decisión se debe a la desaceleración de la demanda de autos pequeños en Estados Unidos y a las mejores perspectivas que tienen para los negocios bajo el mandato del nuevo presidente, sin embargo, ninguna compañía del sector ha manifestado acercamientos formales que permitan vislumbrar mejores condiciones para producir en Estados Unidos.
Por su parte, la japonesa Toyota, entendiendo que detrás de las declaraciones del mandatario se encuentra su deber político con la clase trabajadora de los estados industriales, manifestó que sus inversiones en México no van en detrimento de la producción ni el empleo de sus plantas en Estados Unidos. La marca no ha anunciado reversiones ni desinversiones.
El poderoso comentario del nuevo mandatario no ha logrado influenciar los planes de inversión de todas las automotrices en México, pero es evidente que ha generado un remesón en la industria. BMW le salió al paso a las declaraciones de Trump, indicando que las inversiones que está realizando en México son similares a las de su planta en Carolina del Sur. A fin de cuentas, el plan de Trump tiene como objetivo restaurar la gran cantidad de empleos industriales que ha perdido Estados Unidos desde 1980, cuando dejó de ser el mayor productor de autos y se enfocó en las importaciones, pero alrededor del tema se generan algunas preguntas a las que vale la pena dedicarles un análisis más detallado.
¿Qué tan beneficioso puede ser forzar el regreso de una industria que cada vez está más tecnificada y robotizada?
¿Considera Trump que forzar el regreso de la industria automotriz podría generar un efecto dominó en las demás industrias, y empezar con esto una reindustrialización del país?
¿Será Estados Unidos, el principal precursor del capitalismo, el país que marque el regreso a las políticas proteccionistas que se abolieron durante el siglo pasado?
¿La adopción de aranceles en la industria automotriz será el comienzo de una guerra proteccionista que genere una disminución en el paralizado sistema de comercio mundial?
¿Terminarán los estadounidenses pagando su patriotismo con un mayor precio de los automóviles, fabricados con mano de obra más costosa o importados con grandes aranceles?
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