En 2017 el sector cerealero presentó un desempeño regular, al registrar un descenso del 12% en producción comparado con 2016. Un menor número de hectáreas sembradas explicaría este hecho, teniendo en cuenta que la superficie utilizada se redujo 10% respecto al periodo anterior. En participación, fue el maíz el que presentó el mayor número de hectáreas sembradas, seguido por la cebada, la avena, el trigo y la soya.
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Mientras tanto, el sorgo no parece tener acogida en la producción nacional y su participación se deteriora cada día debido a los altos costos de producción. A lo anterior, se agregan los daños en el proceso, lo que ha llevado a que los pocos cultivos existentes sean de baja cuantía y se destinen al ensilaje, tarea que se realizaba solamente con cultivos de maíz. Precisamente para trabajar en este segmento, Corpoica lanzó la línea JJT-18, un sorgo dulce para la producción de ensilaje y suplementación, con mayor resistencia a la sequía, enfermedades y de mayor productividad que el maíz.
Sumado al caso anterior, dos factores desincentivan, de forma general, la siembra de cereales. Por un lado, la llegada de las partidas arancelarias desde Estados Unidos, que a mayo registraron más de 2.4 millones de toneladas de maíz, entre amarillo y blanco, y más de 25 mil toneladas de sorgo, quedando pendientes 471 mil toneladas entre las tres líneas.
Por otro parte, se encuentra la caída internacional del precio del sorgo y la estabilidad del precio del maíz, al tiempo que se acentúa el contrabando tanto técnico como abierto. Según datos de la DIAN, los cereales son terceros dentro de las partidas que causaron mayor distorsión en el valor de las importaciones en 2016 (visto desde el contrabando técnico), con 30 millones de dólares y contando sólo el que proviene de Estados Unidos. Lo superan la línea de los combustibles y aceites minerales y sus derivados con un valor de 252 millones de dólares, y las preparaciones alimenticias diversas con 42 millones.
Finalmente, como otro punto que actúa en contra del sector está el clima, dado que los cultivos de cereales son intensivos en el uso de agua, las variaciones en las precipitaciones son determinantes en las siembras y las cosechas. Bajo esta consigna, diciembre de 2017 y enero de 2018 se caracterizaron por ser meses con pocas lluvias y heladas en regiones como el Putumayo, Boyacá y Cundinamarca. A estos le siguió febrero, que fue un mes de altas temperaturas y bajo de nivel de lluvias, lo que generó incendios en diversas regiones del país, entre ellas Huila, Cundinamarca, Valle del Cauca y los Santanderes.
En los tres meses posteriores, el fenómeno cambió y la interrupción en vías y el daño de cultivos ante el desbordamiento de causes ha sido permanente, específicamente en las regiones Andina, Pacífica y Amazonía, evitando así que el sector presente un mejor desempeño.
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