De moda ha estado por estos días el tema de la protección ambiental y los perjuicios que recibe a causa de la práctica de la minería ilegal. Minas cerradas, personas -incluidos representantes del sector público-, encarcelados, mineros muertos o atrapados en los derrumbes, trabajo infantil, ríos llenos de mercurio que amenazan la salud humana y la de otros seres vivos, y en las que marcas como atún Van Camp’s se han visto afectadas, componen una inmensa lista de quejas sobre el sector.
Con todo y esto, la minería es un campo que impulsa la economía nacional. Basta ver el desempeño del carbón y el oro. El primero con una extracción entre enero y septiembre de 68,07 millones de toneladas, cifra superior en un 3,7 % a las 65,63 millones de toneladas logradas en el mismo periodo de 2015. Por parte del oro, se extrajeron 1,5 millones de onzas Troy, volumen superior en 13,3% a las 1,32 millones de onzas Troy extraídas en los tres primeros trimestres del año pasado.
Las cosas no paran ahí. Según el reporte del ministerio de minas y la Agencia Nacional de Minería, ANM, la producción de otros metales y piedras preciosas en los primeros nueve meses, también se incrementó, entre ellas: la de plata que alcanzó las 244.353 onzas Troy, la de platino con 20.729 onzas, el níquel con 61,9 millones de libras que salieron de tres yacimientos de Córdoba: Monte Líbano, San José de Uré y Puerto Libertador. Por su parte el hierro logró las 547.388 toneladas en Boyacá y Cundinamarca; mientras que la sal alcanzó las 337.632 toneladas de Bolívar, Cundinamarca, Meta y La Guajira. Finalmente, el yeso alcanzó las 247.174 toneladas
En relación a las gemas preciosas, de las cuales poco se habla, la producción de esmeraldas alcanzó los 953.709 quilates, un 10% más que el mismo periodo de 2015 y que obtuvieron un valor internacional de 107,8 millones de dólares. Con esto queda en el limbo: ¿cuidar el medio ambiente y/o aumentar la extracción minera?
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