Durante décadas, Estados Unidos fue el destino por excelencia del talento global, gracias a sus universidades, libertades académicas y cultura de innovación. Sin embargo, la rivalidad con China ha cambiado el panorama. Desde 2018, el endurecimiento de políticas migratorias, el aumento de la vigilancia sobre investigadores extranjeros y las restricciones a visas como la H-1B han creado un clima hostil para muchos científicos, especialmente los de origen chino. El resultado: una creciente emigración de talento altamente calificado desde EE. UU. hacia Asia. Se estima que la salida anual de científicos de ascendencia china ha aumentado 75% desde 2018, mientras que el ingreso de nuevos estudiantes asiáticos cayó 24% el último año.
China, por su parte, está aprovechando el momento. Con programas de atracción de talento como la visa tipo K, incentivos fiscales y convenios de exención de visados con más de 70 países, busca consolidarse como un nuevo imán para investigadores y profesionales de alto nivel. Aunque el Partido Comunista mantiene un férreo control ideológico, Pekín ofrece salarios competitivos y recursos que hace décadas eran impensables. La competencia ya no se libra solo en comercio o tecnología, sino en capital humano. En esta nueva guerra fría del conocimiento, el liderazgo científico global parece cada vez más disputado.