El sector logístico colombiano atraviesa un punto de inflexión al iniciar la transición desde los motores diésel hacia flotas eléctricas inteligentes, una evolución impulsada por la necesidad de reducir la huella de carbono y optimizar los costos operativos. Actualmente, el transporte de carga por carretera moviliza más del 96 % de las mercancías terrestres del país, pero esta dependencia de combustibles fósiles ha llevado a que las emisiones del sector superen los 33 millones de toneladas de CO₂ anuales, evidenciando la urgencia de adoptar tecnologías más limpias.
Según Xataka Colombia, las marcas están liderando este cambio mediante la implementación de soluciones de “inteligencia energética”, que integran vehículos eléctricos con herramientas avanzadas de conectividad y análisis de datos. Esta modernización permite a las empresas planificar rutas más eficientes, anticipar mantenimientos y gestionar con precisión el desempeño de cada unidad, transformando la movilidad de un gasto fijo inevitable a una inversión estratégica que mejora los márgenes de rentabilidad y cumple con estándares regulatorios como la norma Euro VI.
La adopción de estas tecnologías no solo responde a compromisos ambientales, sino que fortalece los indicadores ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) que hoy exigen inversionistas y clientes. Además, la sustitución de flotas convencionales por eléctricas reduce significativamente el ruido y las vibraciones, mejorando las condiciones laborales de los conductores y contribuyendo a la calidad del aire en ciudades como Bogotá, alineándose así con las metas nacionales de descarbonización del transporte pesado.
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