Alimentarse con calidad en Colombia se ha convertido en un desafío económico creciente para los hogares, quienes hoy deben destinar uno de cada tres pesos de sus ingresos exclusivamente a la compra de alimentos. Esta coyuntura no solo responde al encarecimiento de los productos básicos, sino a una transformación en la estructura del gasto familiar, donde el presupuesto para comida compite cada vez con menos margen frente a nuevas necesidades de consumo consideradas ineludibles por la sociedad moderna.
Según Contexto Ganadero, el informe de la firma Raddar revela que el espacio financiero para la alimentación se ha reducido debido al incremento en gastos destinados a bienestar, movilidad, conectividad y entretenimiento. Esta redistribución del ingreso obliga a los consumidores a sacrificar la calidad o cantidad de su dieta para cubrir servicios tecnológicos y de transporte, generando una tensión directa entre la nutrición y el estilo de vida actual, donde la conectividad ha pasado de ser un lujo a una prioridad de gasto.
El panorama se agudiza por el comportamiento de los costos en el origen, evidenciando un crecimiento del 7,2% en los precios constantes del sector agrícola, impulsado por departamentos productores clave como Tolima, Cundinamarca y Santander. Expertos señalan que esta situación exige un replanteamiento de las estrategias comerciales, pues la dificultad para acceder a una buena alimentación ya no es solo un problema de inflación, sino una consecuencia de cambios estructurales en las prioridades de consumo de los colombianos.
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