- El esquema ayudó a reducir la inflación y mejorar la previsibilidad económica en los últimos 25 años.
- Choques de oferta, riesgos climáticos y cambios sociales limitan la efectividad de las herramientas tradicionales.
- Se discute ampliar la meta a un rango o considerar objetivos adicionales como el empleo o la estabilidad financiera.
Desde el año 2000, Colombia ha operado bajo un esquema de inflación objetivo como marco de su política monetaria. Su propósito ha sido mantener una inflación baja y estable, con una meta explícita, actualmente del 3%, que permite orientar las expectativas de hogares y empresas. La tasa de interés, ajustada por el Banco de la República, ha sido la herramienta principal para alcanzar ese objetivo.
Durante estos 25 años, el país logró dejar atrás niveles elevados de inflación que caracterizaron décadas anteriores. Esta reducción ha contribuido a un entorno más predecible para la toma de decisiones económicas, tanto a nivel empresarial como en el sector público. El Banco de la República ha fortalecido su reputación como una entidad técnica y autónoma, lo cual ha sido clave para mantener la confianza en la política monetaria.
Sin embargo, el entorno económico ha cambiado de forma considerable. Eventos como la pandemia, la fragmentación de las cadenas de suministro globales y los efectos del cambio climático han hecho más frecuentes los choques de oferta, que afectan los precios sin que necesariamente exista una variación de la demanda. En este tipo de contextos, modificar las tasas de interés no siempre es eficaz para controlar la inflación, y puede generar efectos adversos sobre el crecimiento económico o el empleo.
Además, han surgido cuestionamientos sobre si el mandato único de controlar la inflación es suficiente para enfrentar los desafíos actuales. En países como Estados Unidos, la Reserva Federal tiene un mandato dual, que incluye también la estabilidad del empleo. En Colombia, la política monetaria aún no incorpora explícitamente otras variables como el desempleo o la estabilidad financiera.
Esto ha llevado a que algunos analistas propongan revisar el marco vigente. Una de las propuestas más frecuentes es reemplazar la meta puntual de inflación (3%) por un rango, por ejemplo, del 2% al 4%. Esto permitiría mayor flexibilidad frente a choques temporales y podría reducir la necesidad de aplicar medidas restrictivas que afecten la actividad económica.
También se ha planteado incluir objetivos complementarios que consideren los impactos de la política monetaria sobre el empleo o la estabilidad financiera. Si bien esto no implicaría abandonar el objetivo de estabilidad de precios, sí permitiría tomar decisiones más equilibradas en ciertos escenarios.
La actualización del esquema no debería interpretarse como una crítica a su desempeño. Al contrario, el esquema ha sido eficaz en el cumplimiento de su propósito original. El punto es que el contexto ha cambiado, y conviene revisar si el marco actual sigue siendo el más adecuado para los desafíos del presente y del futuro.
En ese sentido, sí parece necesario actualizar el esquema de inflación objetivo en Colombia. No se trata de modificar su objetivo central, sino de adaptarlo para que siga siendo útil en un entorno más complejo. Adoptar un rango meta más amplio podría darle al Banco de la República mayor capacidad de respuesta frente a choques temporales. Incluir otras variables en el análisis, como el empleo o la estabilidad financiera, también permitiría decisiones más balanceadas. La meta sigue siendo mantener la estabilidad de precios, pero con herramientas que respondan mejor a las condiciones actuales.