Los impuestos saludables son un instrumento de política que no solo busca recaudar recursos, sino también brindar información sobre aquellos bienes o productos que pueden afectar la salud, con el fin de que los individuos tomen decisiones respecto a su consumo. Si deciden consumirlos a pesar de saber que el producto puede afectar su salud, deben pagar un costo adicional (el impuesto). El ideal es que el recaudo sea destinado para cubrir los costos de las enfermedades que ocasiona consumir estos productos, como es el caso del azúcar y grasas saturadas, presentes en varios tipos de bebidas y alimentos que generan sobrepeso y obesidad, con el impuesto saludable se podría evitar enfermedades no trasmisibles como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, entre otras.
Desde el año 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) vienen promoviendo como alternativa de política pública la creación de instrumentos de carácter tributario orientados a gravar a este tipo de productos y sugieren un 20% adicional de su precio de venta al público, pues los estudios señalan que con esa tasa el impuesto logra afectar al precio final en forma relevante, disminuyendo la demanda. En la actualidad existen cerca de 74 países que han adoptado este tipo de medidas, algunos de ellos tienen evidencia de la efectividad de los impuestos para desincentivar el consumo, mientras que otros consideran la medida como un fracaso.
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México
El país implementó el impuesto desde enero de 2014, consiste en 1 peso por litro, al consumo de bebidas con azucares adicionados. En el primer trimestre de 2014 realizaron un estudio en una localidad con más de 30.000 habitantes, los resultados preliminares mostraron una reducción de aproximadamente 10% en el consumo, en comparación con el primer trimestre de 2013. Además, evidenciaron un aumento de alrededor de 7% en las compras de bebidas sin impuesto (como agua mineral carbonatada, agua simple, jugos sin azúcares adicionadas y leche sin azúcares adicionados) y un aumento de aproximadamente 13% en la compra de agua simple, durante el mismo período de tiempo. Existen otros estudios, realizados tres años después de implementar esta medida, que sugieren que los impuestos saludables son un medio efectivo para disuadir el consumo. De esta manera, México se considera un caso de éxito al disminuir el consumo de bebidas que afectan la salud, lo que
es positivo en un país que cuenta con los índices más altos de diabetes, sobrepeso y obesidad en el mundo.
Reino Unido
En marzo del 2016, el país anunció el impuesto a las bebidas azucaradas; para abril de 2018, fecha en que empezó a aplicar el tributo, ya había causado una disminución de 45 millones de kilos por año en el contenido de azúcar en bebidas, luego de que más de 50 fabricantes cambiaron las fórmulas de sus productos para bajar los niveles de azúcar. Estudios demuestran que desde que entró en vigor el impuesto se ha producido un cambio en la venta de bebidas carbonatadas ya que las compras de bebidas sin azúcar han aumentado de forma significativa, mientras que aquellas con azúcar han experimentado una notable caída. Se considera que el impuesto funcionó a pesar de que no hay evidencia respecto a la solución de problemas de salud, además porque hay que tener en cuenta que solo se gravaron las bebidas azucaradas, dejando de lado el hecho de que muchos de los productos que se comercializan en el supermercado contienen azúcares añadidos.
Chile
En el país se adoptó este impuesto desde el 2014, la tasa va del 13% al 18%, y se aplica a ciertos productos que contengan azúcar sobre 15 gramos por cada 240 mililitros, o porción equivalente. Estudios señalan que para el 2018 los chilenos disminuyeron en un 21,6% su consumo de bebidas azucaradas. A pesar de que la magnitud del impuesto fue pequeña en comparación a lo recomendado por la OMS, la medida logró generar una modificación del consumo de los hogares y se considera un caso de éxito teniendo en cuenta que Chile se encuentra entre los diez países con mayor obesidad y sobrepeso del mundo, un 31,2% de la población padece obesidad y unas 470.000 personas (el 3,2% de la población) tiene obesidad mórbida.
Dinamarca
En octubre de 2011 el país adoptó un impuesto sobre el consumo de alimentos que contuvieran una determinada proporción de grasas saturadas. Los resultados de esta iniciativa no fueron alentadores ya que un año después de su implementación se evidenció que debido al significativo aumento de los precios en estos productos se generó una gran cantidad de desplazamiento hacia otros países cercanos. Con el fin de comprar estos productos a un menor precio, los daneses viajaban a países como Alemania y Suecia. Para el año 2013, el gobierno anunció la eliminación del impuesto de la grasa, así mismo, anunció la cancelación de otras tasas que se pretendían introducir, como el impuesto al azúcar. El argumento es la reducción de las ventas en el territorio nacional, el incremento de las compras de alimentos de otros países, la pérdida de puestos de trabajo o cuestiones como que el impuesto afectaba especialmente a las familias de menos ingresos.
Eslovenia
Se considera un caso de fracaso tras eliminar el impuesto específico en las bebidas azucaradas en el año 2015 basados en la experiencia de Dinamarca y luego de comprobar los efectos negativos que tenía sobre la competitividad de sus empresas, la actividad económica y el empleo.
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El caso colombiano
En Colombia, en la reforma tributaria se propone un impuesto a las bebidas azucaradas. Se gravaría en función del contenido de azúcar por cada 100 mililitros y se cobraría un 10% sobre el valor de cada producto. Según la última Encuesta Nacional de Salud de 2015, el 56% de la población entre 18 y 56 años tiene obesidad o sobrepeso, mientras que, en los menores de 18 años, equivale al 17%. En esa medida un estudio entre el Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de Salud establecía que el consumo de calorías, productos altos en sodio, azúcares, grasas y fritos serían los responsables de la obesidad. Sin embargo, la publicidad tendría también una cuota de responsabilidad, pues se estima que es la causante entre el 15% y el 40% de la obesidad en niños según estudios internacionales.
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