La tasa promedio de deserción en la educación superior en Colombia entre 2000 y 2021 se ubicó en el 11%.
La deserción universitaria no sólo señala problemas estructurales desde la educación básica y media, sino que tiene amplias repercusiones en la economía y el mercado laboral.
En Colombia, entre 2000 y 2021, se observó una tasa promedio anual de deserción del 11% en la educación superior de acuerdo con el informe realizado por el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana. Lo anterior significa que cada semestre, en promedio, alrededor de 1 de cada 10 estudiantes matriculados abandonan sus estudios y sale del sistema educativo.
Entre estos datos, resalta la cohorte del segundo semestre de 2020, que exhibió una tasa alarmante de abandono: un 12,6% para el primer semestre y un 19,9% para el segundo. Además, entre 2016 y 2020, la mayor deserción ocurrió entre el cuarto y quinto semestre de aquellos que iniciaron en el segundo semestre de 2018, correspondiente a la pandemia de Covid-19. Esta tasa acumulada creció en este periodo del 23,7% al 35,3%, un aumento de 11,6 puntos porcentuales.
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Los efectos se extienden más allá del ámbito educativo, La deserción universitaria exacerbada por la crisis de la pandemia, no sólo obstaculiza la preparación de profesionales calificados que demandan las empresas, sino que genera un desequilibrio en el mercado laboral. Esta situación, conlleva a una mayor dificultad para conseguir talento calificado, especialmente en sectores en expansión como la tecnología, donde la demanda supera la oferta. Según Rolando Roncancio, rector de la Universidad de la Sabana, los efectos económicos derivados de la deserción escolar son preocupantes, el costo asociado a este fenómeno alcanza cifras significativas y, en situaciones más críticas, puede perpetuar ciclos de pobreza generacional. Es evidente que el impacto de la deserción en la educación superior no sólo presenta una brecha educativa, sino que también distorsiona y desafía el equilibrio económico y laboral del país.
En este escenario, las diferencias entre instituciones tecnológicas y universidades en términos de deserción son notorias. Las instituciones tecnológicas presentan una tasa más elevada, alcanzando un promedio del 18,2% en el segundo semestre de 2021, mientras que en las universidades esta cifra se sitúa en un 7,7%. Esta disparidad se atribuye en parte a la variabilidad en los programas de apoyo para prevenir la deserción, que suelen ser más sólidos en las universidades. Además, los factores socioeconómicos también juegan un papel crucial, ya que los estudiantes que acceden a universidades tienden a tener un estatus socioeconómico más alto que aquellos que optan por instituciones tecnológicas.
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Las áreas de conocimiento también influyen en las tasas de deserción, en el segundo semestre de 2021, programas de bellas artes presentaron el mayor nivel (14,4%), seguidos por los relacionados con economía, administración, contaduría y campos afines (13,9%). En contraste, programas en ciencias de la salud registraron una tasa menor, con un promedio del 5,7% de estudiantes que no continuaron sus estudios. Además, se observa una diferencia en las tasas de deserción entre hombres y mujeres según el campo de estudio: en áreas como bellas artes, economía, administración, ingeniería, ciencias sociales y humanas; los hombres tienden a tener tasas de retiro más altas. Por otro lado, en disciplinas como ciencias de la salud, matemáticas, ciencias naturales, ciencias de la educación y agronomía; las mujeres muestran tasas de deserción más elevadas, respaldando los datos presentados en el Informe N°67 del LEE sobre la presencia de las mujeres en carreras como Ciencia, tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM por sus siglas en ingles).
La problemática de la deserción en la educación superior no sólo resalta la urgencia de resolver problemas estructurales en la transición desde la educación básica y media, sino que también señala implicaciones de largo alcance en la economía y el mercado laboral del país. La falta de preparación académica y de competencias desde etapas anteriores a la educación superior, especialmente en jóvenes provenientes de colegios con limitaciones en recursos y calidad educativa, resuena como un factor clave en la deserción universitaria. Esta situación, como señala Gloria Bernal del LEE, no sólo agudiza las tasas de abandono en las instituciones de educación superior, sino que también repercute en índices alarmantes de informalidad y desempleo juvenil.
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