Desde la posesión del presidente Juan Manuel Santos, y luego del intento de convertir la construcción el sector encargado de jalonar la economía nacional, despuntó el que realmente se convertiría en el mayor representante de crecimiento: el sector agropecuario. Este mismo, aunque afectado por algunas condiciones, creció 4,9% en 2017, tomando una gran ventaja sobre el crecimiento del PIB nacional, que fue del 1,8%, el más bajo de los últimos 8 años.
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Entre las explicaciones del desempeño del sector, se encuentra el interés de diferentes países en los productos de la línea agrícola y pecuaria nacional, el valor de la TRM que se ha mantenido estable y muy cercano a los 3.000 mil pesos por dólar y el incremento en la participación de algunas cadenas productivas, entre las que se destacan el aguacate, la papaya, la maracuyá, el cacao, los cítricos, la producción avícola, al tiempo que se consolidaron cultivos tradicionales como el café, el banano, las flores, la ganadería y el aceite derivado de la palma africana.
Con esto, la dinámica del agro parece haber tenido todo a favor, pero algunas situaciones han resultado complejas. La presencia de enfermedades, virus y plagas se contraponen a la ampliación del mercado nacional e internacional, un factor que tiene sus raíces en el contrabando (gran parte originado desde Venezuela) y en la falta de controles por parte del Estado en múltiples zonas del país. Adicional, se encuentra la fricción constante entre algunos gremios y el gobierno nacional (Ver: ¿Se Concentra en el Agro Colombiano el Futuro Económico del País?).
En cuanto a las cadenas productivas de impacto y con potencial, y al mismo tiempo con riesgos latentes, se encuentra el cultivo de cítricos, que cuenta con un alto potencial de demanda interna y externa, tal como el caso del limón Tahití de Santander, producto que espera alcanzar un nivel de exportaciones cercano a las nueve mil toneladas. Por el momento, Santander es el único departamento que ha logrado introducir este fruto en el mercado estadounidense. Con Ecuador, el caso es similar, y las posibilidades están abiertas para varias frutas, entre ellas la naranja y el limón.
El contraste de los cítricos está en el virus que los está atacando, el HLB, una enfermedad que a nivel mundial se considera la peor enemiga de esta línea productiva. En Colombia, ya hay presencia confirmada por el ICA, quien determinó que en el Huila el 28% de los arboles cítricos están contaminados del vector, mientras que en los Santanderes ya se declaró un estricto control para evitar su propagación.
No muy distante de los temas anteriores se encuentra la palma africana, que aparte del problema con los cambios en las tendencias de consumo, entre ellos la posible suspensión o por lo menos reducción de las exportaciones requeridas desde la Unión Europea, se encuentra acechado por la Pudrición del Cogollo, PC, que ahora se combina con el síntoma de la hoja clorótica, PC-HC, un caso más destructivo aún y que tiene afectadas principalmente las plantaciones del Magdalena (Ver: Colombia Siembra, pero No Hay Quién le Compre).
Visualizados algunos de los aspectos que juegan en contra y a favor del agro, se observa dos causales. La incertidumbre derivada de las decisiones gubernamentales, que pesa sobre sectores como el arroz. Mientras que sobre la palma africana y los cítricos es la presencia de enfermedades las que ensombrecen su futuro. Lo que sí está claro, es que a pesar de las múltiples dificultades que enfrenta el sector agrícola, el hecho de mostrar el mejor crecimiento en un momento tan complejo económicamente permite entrever que, de recibir la atención suficiente, sería el gran motor de la economía nacional.