La semana pasada presentamos un artículo sobre los que consideran serán los mayores riesgos para los próximos años, según expertos que participaron en una encuesta sobre riesgos globales para el Foro Económico Mundial de Davos.
Lo que parecen riesgos independientes, realmente están peligrosamente entrelazados y plantean un escenario social y económico de cara al futuro más que estremecedor. Trágico. Tal vez sin remedio. Éste no es el ‘trabajo’ de un año, corresponde al resultado de malas políticas públicas y apatía ciudadana que por años han dominado al mundo. Peor que la profecía maya, a continuación, uno de los peores escenarios que se podrían imaginar para el mundo.
Las semillas del mal
Hay dos factores preocupantes que surgieron tras la “Primavera árabe”, los movimientos “Occupy” y el descontento global generalizado que se ha manifestado por medio de marchas y protestas: la creciente frustración entre los ciudadanos con el sistema político y económico y la rápida movilización pública gracias a una mayor conectividad. Una interpretación macro de esto evidencia la necesidad de mejorar el manejo de las transformaciones económicas y demográficas que definirán las tendencias sociales en esta década.
Estas tendencias están cambiando de forma diferente en los países desarrollados, emergentes y no desarrollados. En las economías desarrolladas como las de Europa Occidental, Norte América y Japón, el contrato social que por décadas ha sido tomado como aceptado, ahora está en peligro de ser destruido. Los trabajadores cerca de su edad de retiro están temen cortes en los compromisos sociales con los que envejecieron, tales como pensiones estatales, edad de jubilación preestablecida y acceso garantizado a salud.
Mientras tanto, los jóvenes adultos en este mismo grupo de economías se están dando cuenta que pertenecen a una clase trabajadora que se espera sostenga a creciente población de ciudadanos de mayor edad, mientras cargan el peso de las medidas de austeridad tomadas por los gobiernos para poder tapar la deuda en aumento. Al mismo tiempo, estos jóvenes deberán ahorrar lo suficiente para suplir sus necesidades en un clima económico totalmente retador. Los expertos anticipan que las atas tasas de desempleo coexistirán con la dificultad de los empleadores para encontrar mano de obra calificada – un signo que muchos jóvenes carecerán de las habilidades necesarias para hacer contribuciones sociales y económicas.
En economías emergentes, el contexto – y el reto- es diferente. Países como Indonesia, Vietnam, las Filipinas, Perú y los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), están tomando ventaja de una oportunidad demográfica representada por una fuerza laboral grande con pocos dependientes, antes de que esta población también envejezca. La habilidad de estos países para lograrlo está lejos de estar garantizada, debido al lento crecimiento mundial y a la reducción de la demanda de los países desarrollados. Aunque se ha visto un rápido crecimiento económico en economías emergentes que ha impulsado las expectativas sobre un mejor comportamiento generalizado, los planes sociales difícilmente estarán listos a tiempo para rectificar las crecientes y visibles inequidades sociales y económicas.
Las fallas para cumplir con las demandas de derechos civiles y políticas también podrían traer severas consecuencias negativas. Aunque en la mayoría de países el aumento de sus estándares de vida en términos económicos ha sido acompañado por incrementos en los derechos civiles y políticos como libertad de expresión, pensamiento y culto, al menos en una docena de países sus ciudadanos ha disfrutado de un rápido crecimiento económico, pero al mismo tiempo han visto deteriorados sus libertades civiles y políticas, resultando ocasionalmente en alteraciones sociales. Muchos de estos países han vivido serios episodios de crisis sociales en los últimos años. Léase Marruecos, Venezuela, Pakistán, Tailandia, Túnez, Irán, Argelia, Egipto, Jordania y Suazilandia.
En los países más pobres, el rápido aumento de la población joven, que está creciendo en circunstancias de extrema vulnerabilidad, suponen un reto demográfico que debe ser atendido con urgencia. Las economías menos desarrolladas y los estados débiles, como Afganistán, Pakistán, Timor-Leste y algunos países de la África subsahariana, aun están luchando por asegurar atención en salud y educación básica a sus poblaciones y por tomar ventaja del potencial de las mujeres.
El problema de la migración
Los tres contextos demográficos y económicos descritos anteriormente están unidos por la migración. Alrededor del mundo, a medida que la población crece, le mete presión a las economías rurales, las personas son empujadas a las ciudades que luchan por absorber las nuevas llegadas de una forma ordenada. Se espera que la población rural empiece a declinar alrededor del 2023, mientras la urbana crecerá. Los jóvenes que entren a la fuerza de trabajo usualmente encontrarán que su educación no le dio las suficientes habilidades tecnológicas ni les inculcó la necesidad de emprenderismo para acceder a oportunidades de empleo que ofrece la conectividad global.
La migración entre países añade una nueva dinámica al panorama demográfico. Si se maneja bien, puede servir para movilizar fuerza laboral de un lugar a otro a través de canales legitimizados que protegen los derechos de los inmigrantes y sus familias. En la ausencia de dichos canales, mayores tasas de migración irregular son probables, como es el caso de las redes de trata de personas. Así pues, la migración entre países puede servir como remedio o como una mayor complicación.
Las señales hasta el momento permiten concluir que el mundo se está fragmentando cada vez mas y se está volviendo inconsistente y poco confiable: la pregunta es cuál de las anteriores transformaciones podría llevar a una catástrofe global.
El futuro (¿?). Tendencias y cifras
Para el 2050 el mundo habrá casi que doblado la población urbana a 6,2 billones – 70% de la población proyectada de 8,9 billones-. Esto significa que se tendrá que construir la misma capacidad (residencias, infraestructura y facilidades) en los próximos 40 años que se construyó en los últimos 4.000 años. Mientras tanto, el número de personas por encima de los 60 años se habrá aumentado desde el 8% en 1950 (apenas 200 millones de personas) al 11% en 2009 hasta doblarse en tasa en 2050 (2 billones). Globalmente, la población vieja está creciendo a una tasa del 2,6% por año, mucho más rápido que la población como un todo. Se tiene proyectado que esta tasa sea menor al 1% anual durante los próximos 10 años, y la tendencia no se limita a las economías desarrolladas. El porcentaje de personas entre los 10 y 24 años ya ha empezado a bajar en algunos países desarrollados.
Seguir avanzando socialmente a favor de las poblaciones joven y adulta mayor dependerá en gran parte que se recupere la economía global y vuelva por la senda del crecimiento. Hay que recordar que ésta se contrajo 2% en 2009. Por un periodo de 2 años posterior a la crisis, 27 millones de personas alrededor de mundo perdieron sus trabajos, otros más redujeron sus horas, salarios y beneficios. La población joven fue golpeada particularmente duro por la falta de oportunidades laborales – una tendencia que llevó a la Organización Internacional del Trabajo a alertar sobre una “generación perdida”-. Desde el inicio de la recesión global, muchos países han experimentado incrementos en las tasas de pobreza, enfermedades mentales, abuso de sustancias, suicidio, divorcio, violencia domestica y el abandono, descuido y abuso de los niños.
Desafortunadamente, parece que el mundo cada vez tiene menos esperanzas para el futuro. Según una encuesta de Gallup, la gente percibe que sus estándares de vida están decayendo, y expresan dudas sobre la habilidad del gobierno para reversar esa tendencia. Su descontento se ve exacerbado por la gran disparidad en los ingresos: la mitad más pobre del mundo es dueña de apenas el 1% de los activos, mientras el 1% más rico del mundo es dueño de la mitad de activos. Aunque la inequidad no es nueva, la encuesta de Davos revela que los problemas de repartición de ingresos es el riesgo que tiene una mayor probabilidad de manifestarse en los próximos 10 años.
En países desarrollados, el gran reto es poder sostener la población que envejece. En promedio, los dueños de casas en economías emergentes tienen un patrimonio equivalente al 30% de sus ingresos anuales, mientras que en los países desarrollados, éste es del 150%. Los menores ingresos por impuestos han deteriorado la posición fiscal del gobierno y reducido su habilidad para aliviar los apuros sociales con beneficios y gasto contra-cíclico. Pese a esto, algunas economías emergentes han puesto en marcha planes para aumentar los beneficios sociales, como es el caso del ‘National Rural Employment Guarantees Act’ en India y el ‘Plano Brasil Sem Miséria’ en Brasil. Estos son programas estatales que buscan redistribuir el bienestar y garantizar los ingresos de la población más pobre con el fin de luchar contra la pobreza y la inequidad. Sin embargo, estos programas dependen totalmente del crecimiento de la economía y aumento del empleo, por lo que son vulnerables a una contracción de la economía.
*Con información del Foro Económico Mundial (WEF)
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