La economía mundial opera sobre una infraestructura digital altamente concentrada, donde unas pocas empresas —Amazon Web Services (AWS), Microsoft Azure y Google Cloud— controlan más del 60% del mercado global de computación en la nube, un sector valorado en USD 107.000 millones en 2025. Esto significa que millones de transacciones financieras, cadenas logísticas, pagos electrónicos, plataformas de comercio y sistemas corporativos dependen de servidores remotos ubicados en muy pocos lugares. El caso más crítico es el norte de Virginia, donde funcionan más de 150 centros de datos, considerado el mayor hub digital del planeta. Una falla, un error interno o un evento climático en esta zona puede afectar —como ya ocurrió con Cloudflare el 18 de noviembre de 2025 o con AWS el 21 de octubre de 2025— a bancos, aplicaciones, empresas, plataformas de streaming y sistemas de comunicación en todo el mundo. La reciente caída de AWS dejó más de 2.000 empresas y 8 millones de usuarios sin servicio, demostrando que no hace falta un ciberataque sofisticado para generar un apagón global: basta con una mala actualización.
A este riesgo técnico se suma un riesgo geopolítico mucho más profundo: la infraestructura digital crítica del mundo está bajo la jurisdicción legal y política de Estados Unidos. Esto le permite al país activar sanciones, cortar acceso a servicios de nube o bloquear infraestructura a gobiernos y empresas extranjeras, como ocurrió con entidades rusas en 2022 o con las presiones sobre TikTok en 2020. La nube, por tanto, se convirtió en un instrumento de poder estratégico, capaz de alterar operaciones corporativas, estabilidad financiera y soberanía tecnológica de otros países. Para las empresas, especialmente en mercados emergentes como Colombia, este escenario obliga a repensar la gestión del riesgo digital, la diversificación de proveedores, la resiliencia tecnológica y la dependencia estructural de actores globales. El mundo nunca ha funcionado tan rápido, pero tampoco ha sido tan vulnerable: un solo incidente en Virginia podría detener la economía global en cuestión de minutos.