“Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de los agentes” fue la frase usada por Isaac Newton después de que perdiera su fortuna (20.000 libras esterlinas) en la burbuja de la Compañía de los Mares del Sur, un negocio de especulación que fue la ruina para miles inversores británicos en esa época y que significó una de las crisis económicas más graves de esta nación. Tras el estallido de la crisis, el Estado británico quedó en bancarrota y los bancos y miles de inversores, entre los que se encontraba Isaac Newton, perdieron todo.
A mediados de 1720, la corona británica se encontraba económicamente ahogada en deudas debido al elevado costo que le supuso la participación en la guerra española, por lo que necesitaban liquidez a corto plazo. Por este motivo, crearon una organización especulativa con la que pretendían sanear las arcas y ganar una cantidad generosa de dinero. Fue así como se dio origen a la organización Compañía de los Mares del Sur, creada a través de uno de los principales ministros del gobierno. Esta compañía compró la deuda del Estado a cambio de una concesión que les permitiera la explotación del “Asiento de Negros” (un acuerdo que le otorgaba a Gran Bretaña el monopolio del tráfico y venta de esclavos africanos) y el navío de permisos (una licencia que autorizaba a los británicos a enviar un barco al año para comercial con las colonias en las indias españolas).
La compañía parecía ser muy exitosa, sin embargo, se basaba en la especulación, puesto que atraían a inversores prometiendo grandes beneficios, ya que de América del Sur llegarían preciados tesoros, tal y como lo habían hecho creer las expediciones españolas. Con el capital de estos inversores se cubrió todo lo invertido para pagar la deuda de la Corona británica. Todo lo que se decía de la compañía era muy favorable, incluso, que España concedería cuatro puertos en las costas de Chile y Perú, lo cual incrementó la confianza del negocio. Sin embargo, los españoles nunca tuvieron la intención de admitir en sus puertos americanos a los ingleses.
En principio la compañía otorgó buenos dividendos, lo cual atrajo a más inversionistas, que invertían todos sus ahorros en la compra de bonos de la Compañía de los Mares del Sur. Que integrantes de la corona también tuvieran acciones en la compañía motivó a personas de todas las clases sociales a invertir, desde gente del común, comerciantes, hasta aristócratas y políticos.
Cada vez la compañía se volvía mas prometedora al escucharse rumores de que España e Inglaterra firmarían tratados en los que se otorgaría libre comercio con todas sus colonias. Si bien existía el riesgo de que no se cumplieran los tratos, los inversores hicieron caso omiso, entre ellos, Isaac Newton, el principal y más reconocido científico de su época.
En principio, a Newton le fue bien, comprando acciones y vendiéndolas a un precio que doblaba su valor de compra. Esto lo motivó a seguir invirtiendo, más aún cuando la compañía se volvió más prestigiosa y los titulares de bonos del gobierno se convirtieron en accionistas de la compañía, lo que llevó el precio de la acción de 100 libras a 1.000 libras esterlinas. El precio se infló al punto que no reflejaba las ganancias de la compañía y solo aumentaba porque había alguien dispuesto a pagar más, pero Newton no pudo prever esto y por el contrario incrementó su inversión.
A finales de 1720 el mercado colapsó y las acciones cayeron, llevando tras ellas otras acciones que incluían las gubernamentales y, por supuesto, la ruina de muchos inversores. Luego de estallar la burbuja, Isaac Newton perdió toda la fortuna que había invertido.
La compañía fue investigada y se encontró que tres ministros habían aceptado sobornos y habían especulado. Después de esta especulación financiera, se acuñó el término “burbuja”, que hasta hoy sigue vigente