El cambio climático es uno de los factores relevantes a la hora de justificar la sustitución hacia el uso de energías renovables. La generación de energía por medio de combustibles fósiles genera grandes externalidades (efectos no deseados por la producción o consumo de un bien), por ejemplo: daños a la vida marina, terrestre, flora, contaminación de aguas subterráneas, daño a tierras fértiles, afectación a la salud humana, etc. El Gobierno Central ha manifestado un deseo profundo por sustituir la dependencia de los recursos que generan el sector minero-energético, entre ellos, el petróleo. Se ha propuesto no generar más contratos para exploración de petróleo. Ante la situación, surge la pregunta: ¿qué tan importante es el petróleo en la generación de ingresos? ¿Se cuenta con un plan adecuado para sustituir estos recursos en el corto plazo para así justificar una suspensión en la exploración?
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A nivel mundial, la producción colombiana de petróleo no es significativa. En 2019, de acuerdo con la CIA Factbook, el país produjo sólo el 1,11% del nivel mundial, esto es, 17 veces menos de lo que produjo Estados Unidos en el mismo periodo. Sin embargo, pese a la poca relevancia de Colombia en la producción petrolera internacional, la actividad sí tiene un peso considerable dentro de la economía nacional. Los hidrocarburos, en especial el petróleo, son recursos naturales fundamentales para la estructura de la economía colombiana, esto se ve reflejado por el aumento en el volumen extraído como consecuencia de una demanda creciente. Además, el incremento de su precio internacional permite que el país experimente una bonanza económica, generada por mayores ingresos transitorios en regalías, impuestos y dividendos. El año pasado, de acuerdo con el Comité Autónomo de la Regla Fiscal, el sector de hidrocarburos aportó $18,16 billones de los impuestos, esto es 270% más que lo recibido en 2021 ($4,9 billones) y representó 1,3% del PIB.
Con relación a la generación de valor agregado, de acuerdo con las cifras oficiales emitidas por el DANE, el sector minero energético (extracción de petróleo crudo y gas natural + coquización, fabricación de productos de la refinación del petróleo y actividad de mezcla de combustibles) representó un 7,7% del total del producto interno bruto nacional en 2022. Además, el valor de las exportaciones de petróleo y sus derivados ascendieron a USD$19.073,2 millones, representando 33,3% del valor total de las exportaciones (USD$57.259,3 millones). Por otra parte, de acuerdo con datos del Banco de la República, por concepto de Inversión Extranjera Directa (IED), el sector petrolero recibió USD$2.777 millones, lo que equivale al 16,3% de la IED recibida en 2022. Participación que disminuyó considerablemente, ya que, en 2010 la participación del sector fue del 36,2%. Y, por concepto de regalías, se recaudó $10,72 billones.
En este orden de ideas, no cabe duda de la importancia de este recurso dentro de la economía nacional, por lo que limitar su producción abruptamente en el corto plazo podría generar grandes afectaciones sobre el país. El Gobierno Central está promoviendo el turismo, con el fin de sustituir las fuentes de divisas generadas por el petróleo. Sin embargo, es una meta de largo plazo, ya que, el sector de viajes y transporte aéreo de pasajeros para 2022 reportó una entrada de divisas de USD$7.368 millones, cifra inferior a la generada por el petróleo. Para generar incentivos que impulsen el crecimiento en la entrada de turistas extranjeros, el país necesitaría invertir en la infraestructura adecuada, construyendo aeropuertos regionales, mejorando vías secundarias y terciarias. Además, mejorar los problemas de inseguridad. No cabe duda de que la idea de remplazar las divisas generadas por la exportación de hidrocarburos promoviendo un “Turismo en Armonía con la Vida” es buena, sin embargo, debe hacerse de forma cuidadosa y con perspectiva de largo plazo, porque en el corto plazo sustituir los recursos generados por el petróleo y sus derivados resulta imposible sin afectar las finanzas del país.
Como población debemos mejorar nuestros procesos productivos con un enfoque de responsabilidad ambiental, no obstante, estos cambios deben ser adoptados progresivamente y sin afanes, pues a nivel mundial, Colombia no es un gran emisor de gases de efecto invernadero. En 2018, Colombia aportó el 0,66% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero, donde el sector de la agricultura fue el que más contribuyó a la generación de este. Por lo anterior, si el país se afana en sustituir los ingresos generados por los hidrocarburos con el fin de mitigar la producción de gases efecto invernadero, el cambio será marginal en comparación con países que son grandes emisores de dichos gases.
