Detroit, cuna de la industria automotriz, ciudad que vio evolucionar las más grandes compañías como Ford, Chrysler y Dodge, símbolo del poderío industrial norteamericano, se convirtió recientemente en la ciudad más grande de los Estados Unidos en declararse en bancarrota.
Foto: www.sxc.hu (Autor:maha rashi)
Detroit es la ciudad más grande de Michigan, famosa por ser un gran motor para la economía estadounidense, en especial en el sector automotriz. La ciudad alcanzó uno de sus puntos más altos en la década de 1950, cuando los principales fabricantes de autos no daban abasto para atender la alta demanda, siendo esta quien entraba al mercado a satisfacer la necesidad del consumidor. Su buen desempeño y eficiencia en la producción le valieron el nombre de Motor City (Ciudad Motor).
El sector comenzó a decaer ante la mayor competencia extranjera, la entrada de carros provenientes de otros países, a su vez, los grandes autos que se producían al interior empezaron a ser reemplazados por vehículos más pequeños que consumían menos gasolina procedentes de Japón. A la fuerte competencia y disminución en ventas, se sumó la crisis del 2008 que llevó a empresas como General Motors a quedar cerca de la quiebra. El salvavidas del entonces presidente George Bush dio impulso para que renacieran estas compañías y en especial la industria, plan que fue continuado por el actual presidente, Barack Obama. Pero contrario a lo que todos pensaban, mientras que la industria en el resto del país volvía a florecer, las cosas en Detroit eran muy diferentes y por el contrario, el sector en esta ciudad seguía de capa caída y muchas compañías empezaron a migrar hacia otras ciudades.
Los problemas fiscales fueron creciendo años tras año, esto se veía reflejado en los reportes financieros donde los gastos siempre fueron más altos que los ingresos, el déficit cada vez se hacía mayor. Esta crisis impactó a la población local, muchas personas de clase media-alta empezaron a movilizarse hacia otros estados, ahuyentada por los altos impuestos y la problemática económica. Detroit perdió cerca del 60% de la población y actualmente la habitan cerca de 700.000 personas, en su mayoría afroamericanos, donde cerca de un tercio viven en la pobreza. Ahora la ciudad tiene aspecto fantasma, cerca de 78.000 edificios están abandonados y gran parte del servicio público no está en funcionamiento.
Detroit sufrió por décadas periodos de insolvencia y niveles altos de iliquidez a casusa de la crisis que ya se hacía evidente en la industria. Los dirigentes enfrentados a la incapacidad de generar recursos suficientes para hacer frente a sus obligaciones no tenían más opción que incrementar sus pasivos, elevando al máximo su carga fiscal y utilizando hasta el límite su acceso al mercado de deuda municipal, esta como una bola de nieve cada vez se hacía más grande, sin nadie que fuera capaz de frenarla. Para el año 2013 la ascendente y prolongada deuda rondaba a niveles cercanos de USD 18.500 millones, de los cuales se estima que Detroit está en capacidad de cubrir solamente la novena parte. Su alto nivel de endeudamiento fue lo que llevo finalmente a declararse en bancarrota, la más grande declaratoria en la historia de los Estados Unidos.
Este triste desenlace deja como moraleja importantes aspectos: por un lado el peligro inminente de depender de una sola industria en materia económica y segundo, la mala administración de los dirigentes que jamás pensaron que sucedería lo que finalmente pasó.
Con la declaratoria de bancarrota, Detroit se acogió a la Ley de Quiebras, en la que sus habitantes ven una luz de esperanza para recuperar la industria y volver a llevar a la ciudad como una de las grandes impulsoras de la economía de los Estados Unidos.