El reciente escándalo sobre los famosos, con dinero en paraísos fiscales y conocido como “Panamá Papers” el cual involucra a la firma Mossack Fonseca, es un claro indicativo que el mundo financiero es un arma de doble filo y el lado que utilice depende, en gran medida, de las regulaciones que cada país instaure sobre él. Y es que la filtración de más de 11 millones de documentos, 46 veces mayor que la de Wikileaks, ha dejado al descubierto una mina de capitales con dueños en todas las partes del mundo y de todos los sectores, desde lo político hasta lo deportivo.
El uso de paraísos fiscales tiene causas profundas, por algo son cerca de 150 personajes de las más altas esferas de 50 países, los mencionados en los archivos. Primero, buscan esconder fortunas que tienen dudosa procedencia y que ante la existencia de gobiernos tan corruptos se convierte en los escondites perfectos. Segundo, si los recursos no aparecen, tampoco hay derecho a pagar impuestos, en otras palabras, los paraísos fiscales facilitan la evasión de impuestos. En tercera medida, vienen casos de ámbito personal, por ejemplo: no compartir patrimonio con la pareja en caso de separación y otros tipos de procesos legales.
Como era de esperarse, Colombia no podía faltar. Las secuelas de una historia marcada por una elite putrefacta desde antes de la independencia, aún carcome al país. Carteles y mafias en las instituciones tanto públicas, como privadas aparecen por doquier. Para ello, basta ver las declaraciones del exdirector de la Dian, Juan Ricardo Ortega, quien asegura que el patrimonio escondido de los colombianos puede ascender a los 6 mil millones de dólares y que de las 300 mil sociedades que hay en Colombia, sólo 3 mil cumplen con las normas tributarias. Agrega el ejecutivo, que descubrir este tipo de evasiones es difícil, por la falta de colaboración del sistema financiero, los que al final de cuentas, son de los más beneficiados.
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