En 2024, Colombia experimentó una significativa disminución en la producción y el área cultivada de cereales y leguminosas, lo que ha encendido alertas sobre la seguridad alimentaria y el empleo rural en el país.
Según El Espectador, datos de la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales, Leguminosas y Soya (Fenalce) indican que el trigo redujo su área sembrada en un 48,8 % y su producción en un 44,3 % al compararlo con el 2023. El maíz blanco, fundamental en la dieta colombiana y en la alimentación ganadera, disminuyó su volumen en un 24,5 % y su extensión cultivada en un 21,2 %. El maíz amarillo registró una caída del 8,0 % en producción y del 19,0 % en área de siembra, mientras que el sorgo descendió un 13,9 % en producción y un 10,1 % en área cultivada. El fríjol voluble y el haba también presentaron retrocesos, siendo el fríjol arbustivo la única excepción, al mejorar su productividad pese a una reducción en su área de siembra.
Fenalce atribuye esta situación a la falta de políticas claras que garanticen precios justos para los agricultores, al avance del cambio climático que ha complicado las temporadas agrícolas y a la ausencia de incentivos para una cadena de valor justa y competitiva. La disminución en la producción de estos cultivos no solo afecta la disponibilidad de alimentos, sino que también impacta negativamente el empleo rural y la soberanía alimentaria del país, al incrementarse las importaciones de productos que anteriormente se cultivaban localmente.
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