Las recientes campañas en aras de ahorrar energía y evitar un apagón eléctrico dejan ver que la situación no es la mejor. Ejecutivos del sector han dicho que de forma preventiva se debe establecer un razonamiento, algo que el gobierno quiere evitar con el fin de conservar el dinamismo económico en una coyuntura crítica de la economía regional y global. Sin embargo, la situación que se está viviendo, según la cúpula administrativa del país, tiene origen en el fenómeno de El Niño, al que se le atribuye ser el causante de un sin número de problema que enfrenta la nación, cuando realmente los orígenes, si se analizan con mayor profundidad, tienen otros puntos de incubación; y es esto precisamente lo que sucede con el actual panorama eléctrico.
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Autor: Svilen Milev
Sobre esos elementos que están detrás de lo que se pretende mostrar, se pueden resaltar cuatro. El primero es la falta de previsión por parte del gobierno nacional en temas energéticos. El paso de ser una supuesta potencia en generación de energía a ser una sociedad próxima a un razonamiento, en un período cercano a los tres años, deja ver que no existía la mínima idea de las condiciones en la que realmente estaba todo el sistema energético del país. En este mismo punto, se le suma que se culpe a incidentes como los ocurridos en la represa de Guatapé de la precaria situación del sector. Este hecho es inaudito teniendo en cuenta que Guatapé produce un valor cercano al 4% de la energía nacional, una insignificancia que hizo necesaria abrir la importación desde Ecuador. Queda en cuestión: ¿dónde está el Backup?
El segundo factor oculto en el problema energético es la dependencia de las cuencas de los principales afluentes del país: el río Magdalena y el río Cauca, donde se genera cerca del 75% del total de la energía. Como afluentes principales, estos ríos son también los que más aguas vierten sobre las actividades agrícolas y pecuarias que se desarrollan a lo largo y ancho de sus cauces. Es normal que por estas razones, ante una sequía, sus niveles desciendan de forma prominente. (Ver: Ante la Situación Climática Actual, ¿Qué va a Pasar con las Concesiones de Agua?).
En tercer lugar, y como factor de alto impacto, está la deforestación. Este proceso se ha convertido en una problemática social, el cual duplica el efecto de los fenómenos, tanto del Niño como de la Niña. La minería ilegal, los cultivos ilícitos y las construcciones son los explicativos de la deforestación. Sobre este tema hay alarmas a diversos niveles: la comunidad internacional, grupos ecologistas y el mismo gobierno. La preocupación está es que parte de las regiones comprometidas incluyen al pulmón del planeta, la Amazonía, que tiene parte incorporada en Colombia. (Ver: El Exceso de Oferta en el Sector Minero).
Los registros de deforestación hablan por sí solos. El número de hectáreas de selva destruidas en 2014 creció un 16% respecto al 2013; siendo los departamentos de Antioquia y Caquetá los más perjudicados (Figura 1), mientras que a nivel regional, la Amazonía y la región Andina lideran las estadísticas (Figura 2).
Fuente: Datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible 2014. Gráficos de Sectorial.
Fuente: Datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y
Estudios Ambientales (Ideam) y el Ministerio de Ambiente
y Desarrollo Sostenible 2014. Gráficos de Sectorial.
Por último están los problemas de sedimentación, los que según el doctor Juan Darío Restrepo, profesor de la Universidad EAFIT y experto en el tema, están reduciendo la vida útil de los embalses entre 10 y 20 años. Agrega el investigador que una de las falencias del sistema está en desconocer la cantidad de agua disponible para la generación de energía y la falta de metodologías comparables en el tiempo que permitan evaluar la capacidad de las represas y tomar medidas anteladas para enfrentar coyunturas críticas, como la actual. (Ver: COP 21: ¿Inicia el Fin de las Energías Fósiles?).
La proporción de la influencia que cada uno de los factores mencionados con anterioridad ejerce sobre la crisis energética del país no es clara. Lo que sí es distinguible es que todos influyen y puede tratarse de efectos encadenados. La minería ilegal y legal, los cultivos ilícitos y la expansión de las construcciones, incluidos los planes de mejoramiento vial a nivel nacional, son causantes de la deforestación incremental, la que a su vez profundiza el impacto de las sequías y las lluvias, al tiempo que exponen el suelo a la erosión, para terminar aumentando la sedimentación de los embalses. Todo esto acompañado de una mala administración, donde los controles y estudios relacionados a la capacidad energética real del país son los puntos que hoy lo ubican al borde de un apagón o por lo menos de un razonamiento eléctrico. (Ver: El Comienzo de la Actualización Vial de Colombia).
Por ahora se sigue pensando en las causas recientes, en el fenómeno de El Niño y las vicisitudes que se han presentado en algunas represas. Aun así, en el largo plazo valdría la pena evaluar factores más allá de lo aparente y establecer las medidas adecuadas para restringirlos. Las primeras declaraciones ya emergieron y van relacionadas al proceso de paz que se adelantan entre el gobierno nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. El mismo presidente de la república, Juan Manuel Santos, ha sido enfático en que la firma de la paz disminuiría la deforestación, mientras que el director del Departamento Nacional de Planificación, DNP, Simón Gaviria, sostuvo que los ahorros en degradación ambiental, de darse la paz, estarían rondando los 7.1 billones de pesos.
Estas aseveraciones, aunque ideales, son ambiciosas, teniendo en cuenta la frágil institucionalidad en las zonas rurales, la fuerza que han tomado las Bacrim y la colonización campesina que no esperará para ampliar la frontera agrícola, siendo seguida por el emporio ganadero. (Ver: La Ley Zidres, ¿Una Estrategia para Fomentar el Desarrollo Rural?).