El modelo de ventas utilizado por las droguerías ha sido su principal mecanismo de defensa ante crecimiento de los llamados supermercados de la salud.
Según Alba Rocío Rueda, directora ejecutiva de la Asociación Colombiana de Droguistas Detallistas (Asocoldro), en el país hay por lo menos 3.000 droguerías de barrio, de las cuales el 98 % están ubicadas en las áreas urbanas y sólo el 2 % en las rurales. Además, el 25 % son atendidas por sus dueños. Algunas de éstas llevan más de 30 años en el oficio y fueron certificadas por el Gobierno como expendedoras de medicamentos.
Por su parte, el resto de farmacias se dividen en las que son dirigidas por químicos farmacéuticos y las convencionales en manos de administradores de farmacias, que cuentan con personal capacitado, no sólo para administrar un local sino brindar un servicio especializado a los clientes. Y es esto, lo que, según la directora, les ha permitido a las farmacias de barrio sobrevivir a pesar de la agresividad de la competencia. Además, resalta sus esfuerzos para la implementación de estrategias que les permitan dinamizar sus ingresos, pues los medicamentos sólo representan el 50 % de las ventas.
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