Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el sector ganadero es responsable del 18% de las emisiones de gases de efecto invernadero, superando incluso a los medios de transporte. La principal fuente de estas emisiones proviene del modelo energético basado en combustibles fósiles, que representa el 73,2% de la energía total utilizada.
Ante esta problemática, han surgido tendencias que promueven la reducción del consumo de carne. La carne cultivada, desarrollada mediante biotecnología, ofrece una alternativa sostenible y ética, permitiendo la producción de carne de vaca, cerdo, pollo o pato sin necesidad de sacrificar animales. Este proceso implica el cultivo de células animales en entornos controlados para crear productos cárnicos. David Kaplan, director del Centro de Agricultura Celular de la Universidad de Tufts, explicó que la carne cultivada se obtiene al tomar células de animales y utilizarlas para hacer crecer la carne fuera del animal.
Este método presenta múltiples beneficios ambientales: reduce las emisiones de gases de efecto invernadero en un 92%, disminuye el uso de tierras en un 95% y consume un 78% menos de agua en comparación con la producción tradicional. Además, es una opción más segura, eliminando el riesgo de enfermedades zoonóticas al no estar en contacto con patógenos y protege acuíferos y suelos de la contaminación.
Sin embargo, la carne cultivada enfrenta desafíos significativos. Según el Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (Eufic), su producción depende de células madre provenientes de animales vivos y, en muchos casos, del suero fetal bovino, obtenido de la sangre fetal en mataderos. Además, estudios indican que la producción de carne en laboratorio podría presentar problemas ambientales a largo plazo, particularmente en términos de emisiones de CO2.
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