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El pasado 13 de junio dos barcos petroleros de Estados Unidos fueron atacados en el Golfo Pérsico, por donde pasa un tercio del petróleo comercializado por mar. Los operadores de los buques fueron evacuados y no presentaron heridas, sin embargo, desconocen las armas que causaron los daños. Tras el ataque, el barril de crudo Brent subió un 4%, llegando a los 62 dólares por barril, dada la importancia de la región para el sector energético.
Los barcos fueron identificados como el MT Front Altair y el Kokuka Courageous. De acuerdo con el secretario, Mike Pompeo, el responsable podría ser Irán como una amenaza a la seguridad internacional, y en respuesta al veto impuesto por el presidente Trump al petróleo iraní el pasado mayo. Por ello, EEUU manifestó estar dispuesto a defender sus intereses. Sin embargo, Irán negó estar implicado en el ataque.
El líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, manifestó que no repetirá negociaciones con Estados Unidos, y el incidente se dio en un momento sensible, pues el ministro de Japón, Shinzo Abe, se reunió con el presidente de Irán, Hasán Ruhani, en una misión diplomática el 12 de junio cuando le advirtió que “debe evitarse cualquier conflicto accidental que pueda derivar de las tensiones entre Washington y Teherán”, Jamenei concluyó diciendo que aunque Teherán no quiere una bomba atómica, Estados Unidos no podría hacer nada para impedir que Irán la desarrolle.