- La discriminación sistémica contra la comunidad LGBTIQ+ en Colombia genera exclusión educativa, desempleo, informalidad y barreras en el acceso a servicios financieros.
- A pesar de estas limitaciones, el poder adquisitivo estimado de la comunidad alcanza los USD 16.000 millones anuales, y su participación en el emprendimiento es una forma de resiliencia económica.
- Incluir a esta población en el sistema productivo no es solo un acto de justicia, sino una oportunidad clara para el crecimiento económico, la innovación y la expansión del mercado interno.
En los márgenes de la economía formal y bajo el peso persistente de la discriminación, la comunidad LGBTIQ+ en Colombia ha encontrado en el emprendimiento y la innovación una vía para sortear las barreras del sistema. Sin embargo, lejos de ser solo una historia de superación individual, la vida empresarial LGBTIQ+ revela un potencial económico colectivo que ha sido sistemáticamente desaprovechado. La exclusión de esta comunidad no solo vulnera derechos fundamentales, sino que también le cuesta al país talento, productividad e ingresos fiscales.
Un camino marcado por la exclusión: educación, empleo y finanzas
La trayectoria laboral de muchas personas LGBTIQ+ comienza con una herida estructural: la deserción escolar por acoso y discriminación. Según un estudio realizado en Bogotá, el 25% de los miembros de esta comunidad que abandonaron sus estudios lo hicieron por causa directa de la violencia basada en su orientación sexual o identidad de género. Esta exclusión temprana se traduce en menores oportunidades de empleo y menos herramientas para emprender. En el caso de las personas trans, esta realidad es aún más severa: el 49% no tiene ningún tipo de formación para el trabajo.
Las estadísticas del mercado laboral evidencian las consecuencias. El 27% de quienes están empleados lo hacen sin contrato y un 12% adicional bajo acuerdos verbales, lo que implica exclusión de prestaciones sociales, estabilidad y acceso al crédito. Además, el 60% de las personas LGBTIQ+ y el 80% de las personas trans reportan haber sufrido discriminación en entornos laborales.
Esta cadena de exclusión alcanza su punto más crítico en el acceso al sistema financiero. La inclusión bancaria de la comunidad LGBTIQ+ es 20 puntos porcentuales inferior a la del resto de la población. A pesar de que ciertos segmentos de esta comunidad cuentan con ingresos promedio altos y hábitos de consumo sofisticados, la desconfianza, el temor a ser discriminados y la rigidez de los procesos bancarios los alejan de productos clave como créditos de vivienda, seguros o líneas empresariales. Esto ha motivado una mayor adopción de soluciones fintech y banca digital, no necesariamente por afinidad tecnológica, sino también como mecanismo de protección frente al maltrato institucional.
El emprendimiento como alternativa: del refugio a la resistencia
Frente a este entorno adverso, el emprendimiento ha sido una estrategia de resiliencia. Aunque muchas personas LGBTIQ+ inician sus propios negocios por necesidad ante la exclusión del mercado laboral, no se trata de emprendimientos marginales o de subsistencia. En muchos casos, son iniciativas innovadoras, con alto nivel de profesionalismo, que generan empleo y satisfacen nichos de mercado desatendidos. Este fenómeno da origen a lo que se ha denominado la “Economía Rosa”, un segmento con poder adquisitivo y capacidad de dinamizar sectores como el comercio, la moda, el entretenimiento y la tecnología.
El caso de Estados Unidos, con su ecosistema empresarial LGBTIQ+ más consolidado, ofrece una referencia valiosa. La National LGBT Chamber of Commerce (NGLCC) estima que existen 1,4 millones de empresas propiedad de personas LGBTIQ+ que aportan anualmente USD 1,7 billones a la economía estadounidense. Las empresas certificadas por esta organización, que representan solo una fracción del total, han creado más de 33.000 empleos directos y tienen una longevidad empresarial promedio de 12 años, superando el promedio de las startups convencionales, donde más de la mitad fracasan en los primeros cinco años.
Voces visibles: empresarios que rompen el molde
Algunos empresarios e influenciadores LGBTIQ+ en Colombia y el mundo están marcando la diferencia no solo con sus negocios, sino también con su visibilidad, entre estos casos encontramos:
- Tim Cook, CEO de Apple
- Sam Altman, CEO de OpenAI
- Martyn Sibley, Cofundador de Disability Horizons
- Brian Chesky, cofundador y CEO de Airbnb
- Peter Thiel, cofundador de PayPal y Palantir Technologies
- Martine Rothblatt, CEO de United Therapeutics
En Colombia y América Latina también encontramos grandes personalidades como:
- Santiago Castro, expresidente de Asobancaria
- Claudia López, exalcaldesa de Bogotá
- Sergio Londoño, vicepresidente Asuntos públicos de Coca Cola
- Juan Daniel Oviedo, exdirector del Dane
La oportunidad ignorada: el mercado LGBTIQ+ como motor de crecimiento
El poder económico de la comunidad LGBTIQ+ colombiana está lejos de ser marginal. De acuerdo con estimaciones de la Cámara de Comerciantes LGBT de Colombia (CCLGBTCO), el poder adquisitivo de este segmento supera los USD 16.000 millones anuales, lo que lo convierte en el cuarto mercado LGBTIQ+ más grande de América Latina. Esta capacidad de consumo se explica, en parte, por estructuras familiares más reducidas y patrones de gasto orientados hacia el consumo de experiencias, tecnología y servicios especializados.
Además del consumo, el sector financiero podría capitalizar este segmento de forma significativa. Según Asobancaria, existe una oportunidad de mercado para ampliar en un 47 % la vinculación de personas LGBTIQ+ a productos financieros, lo que podría representar ingresos adicionales de hasta USD 633 millones anuales para el sistema bancario colombiano. Sin embargo, esta potencial expansión requiere ajustes profundos en políticas de atención, formación del personal, simplificación de trámites y diseño de productos que reconozcan la diversidad.
La comunidad empresarial y consumidora LGBTIQ+ de Colombia es un activo económico nacional que se encuentra crónicamente subutilizado. Las barreras estructurales, desde la deserción escolar inducida por la discriminación hasta la exclusión del sistema financiero, no son meramente problemas sociales o de derechos humanos. Imponen un costo económico directo y medible al país en forma de pérdida de productividad, menor innovación, una base impositiva reducida y una subutilización del capital humano.
El emprendimiento, en este contexto, emerge como testimonio de la resiliencia y la capacidad de innovación de la comunidad, pero también como síntoma de las fallas del mercado laboral formal. La “Economía Rosa”, con su considerable poder adquisitivo, demuestra el potencial latente. Sin embargo, para que este potencial se materialice plenamente, es necesario pasar de un modelo de supervivencia individual a un ecosistema de crecimiento estructurado.
Cerrar las brechas de desempleo, informalidad e inclusión financiera no solo es un imperativo de equidad, sino una de las oportunidades más claras para impulsar el crecimiento, la inclusión económica de la población LGBTIQ+ ya no puede ser vista como un acto de filantropía o de cumplimiento normativo sino como parte de la formalización y la sofisticación de la economía colombiana.