- Los 200 países participantes acordaron movilizar 1,3 billones de dólares para 2035, aunque la cifra ha sido criticada por no ser suficiente.
- Frente a la COP 28, se tuvo un retroceso frente a combustibles fósiles, pues no fue abordada una política frente a los mismos en el encuentro.
La Cumbre COP29, celebrada en Bakú, Azerbaiyán, bajo un contexto internacional marcado por tensiones geopolíticas, crisis económicas y el impacto del cambio climático, dejó resultados mixtos.
Uno de los principales logros de esta cumbre fue el acuerdo sobre financiación climática. Este pacto busca movilizar 1,3 billones de dólares para 2035, con una meta específica de 300.000 millones anuales provenientes de países desarrollados, triplicando la meta establecida en 2020, que era de 100.000 millones. Sin embargo, esta cifra ha sido ampliamente criticada por ser inferior a las necesidades reales de los países en desarrollo. Naciones como Cuba, Bolivia e India expresaron su descontento, calificando el compromiso como insuficiente y un reflejo de la falta de voluntad de las naciones ricas.
La financiación será una combinación de ayudas públicas, créditos e inversiones privadas, lo que abre interrogantes sobre su accesibilidad y efectividad para los países más vulnerables. Además, el acuerdo incluye la invitación a países no considerados desarrollados en 1992, como China y Arabia Saudí, para realizar aportes adicionales, aunque sin obligatoriedad, lo que refuerza las divisiones históricas en las responsabilidades climáticas.
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Otro tema clave fue la discusión sobre combustibles fósiles. A diferencia de la COP28 en Dubái, donde se logró por primera vez una mención directa sobre la necesidad de dejarlos atrás, en esta ocasión las presiones de países productores de petróleo, encabezados por Arabia Saudí, lograron bloquear cualquier referencia en el texto final. Este retroceso ha sido un duro golpe para las naciones más ambiciosas en materia climática, quienes ven en la eliminación de los combustibles fósiles un pilar esencial para mitigar el cambio climático.
A pesar de las tensiones, la COP29 logró cerrar un acuerdo sobre mercados de carbono, estableciendo un marco para desarrollar un sistema internacional de comercio de derechos de emisión. Este avance, enfrenta dudas sobre su implementación técnica, prevista para 2025, y su impacto real en la reducción de emisiones.
El contexto internacional no favoreció las negociaciones. En Estados Unidos, la vuelta de Donald Trump a la presidencia genera incertidumbre sobre el compromiso climático del país, mientras que, en Argentina, el presidente Javier Milei ordenó la retirada de sus negociadores. En Europa, el auge de movimientos de extrema derecha amenaza con debilitar aún más las políticas ambientales. Estos factores aumentaron la presión sobre los negociadores para evitar que Bakú se convirtiera en un fracaso similar al de Copenhague en 2009.
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Por su parte Colombia ha definido una ambiciosa agenda climática liderada por la ministra de Ambiente, Susana Muhamad. Esta se centra en tres prioridades clave: avanzar en el financiamiento para la transición climática, fomentar la adhesión al Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles y actualizar el portafolio nacional de transición climática, respaldado por el inventario de gases de efecto invernadero.
El presidente Gustavo Petro ha enfatizado que la discusión central debe girar en torno a la financiación. Su propuesta de cambiar deuda por acción climática busca establecer condiciones equitativas que permitan a los países en desarrollo afrontar la crisis climática sin sacrificar sus economías. En línea con esta visión, Colombia presentará el primer reporte del panel de expertos sobre deuda, clima y naturaleza, una iniciativa que aspira a reformar el sistema económico global.
Además, el país aprovechó la cumbre para sumar a nuevos países al Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, reafirmando su compromiso con la reducción estructural de las emisiones. En paralelo, como presidenta de la COP16 sobre biodiversidad, Muhamad representará a los 196 países del Convenio de Diversidad Biológica, defendiendo la integración de metas de biodiversidad en las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC).
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En términos generales, la COP29 dejó un sabor agridulce. Por un lado, se demostró que el multilateralismo sigue siendo una herramienta viable, incluso en contextos de gran polarización. Por otro, los compromisos alcanzados no son suficientes para enfrentar el desafío climático con la urgencia que se requiere. António Guterres, secretario general de la ONU, calificó el acuerdo como una base para construir, pero lejos de ser ambicioso.
Finalmente, esta cumbre subrayó la necesidad de reformar la arquitectura financiera multilateral y eliminar barreras como los niveles de deuda insostenibles que enfrentan los países en desarrollo. Sin embargo, las críticas hacia la presidencia de Azerbaiyán y la falta de consenso en aspectos cruciales, como la eliminación de combustibles fósiles, reflejan la complejidad de avanzar en un mundo cada vez más dividido.