Alguna vez se ha preguntado qué podría comprar en otro país con sus ingresos mensuales, ¿será que si viaja a los Estados Unidos se siente más pobre, o al acercarse al mercado en una ciudad asiática como Bombay encuentra que es usted una persona más adinerada?, ¿de qué depende que una moneda al intercambiarse por otra permita adquirir una cantidad mayor o menor de bienes a la que compra en el país donde la moneda es de circulación oficial?
Estos cuestionamientos están asociados realmente a teorías cambiarias como la del Poder de Paridad de Compra (PPP, por sus siglas en inglés) que busca explicar la evolución de los tipos de cambio en el largo plazo.
Este planteamiento está basado en la ley del precio único, que obedece a la siguiente intuición: si un reloj cuesta 30 euros en Alemania y en Estados Unidos, aplicando la tasa de cambio vigente, cuesta el equivalente a 20 euros, en ausencia de barreras comerciales y costos de transporte las personas interesadas en el producto seguramente optarían por adquirirlo en Estados Unidos, pues resulta más barato, esto ocasionaría que los compradores adquieran mucho más el reloj en Estados Unidos y la alta demanda presionaría a subir el precio del reloj, por el contrario poca gente tendrá disposición a comprar el reloj en Alemania por considerarlo costoso, entonces los vendedores optarían por bajar el precio del producto. Este comportamiento de la oferta y la demanda ocasionaría que el precio se equilibre en ambos países digamos a un precio de 25 euros, por ejemplo.
De cumplirse la ley del precio único para todos los productos transables de la economía, el tipo de cambio entre ambas monedas sería equivalente con la Paridad del Poder de Compra, es decir que diferentes monedas permiten adquirir la misma cantidad de bienes garantizando que la capacidad de compra de ambas monedas es equiparable. Esto implicaría que la relación del precio de un producto expresado en diferentes monedas cumpliría la función de la tasa de cambio.
Con base en estos planteamientos, The Economist, una publicación británica de temas económicos y relaciones internacionales desarrolló en 1986 una divertida y casual forma de analizar si las tasas de cambio se encuentran en su nivel “adecuado”. Se trata del Índice Big Mac, que compara el precio de una hamburguesa Big Mac, de la cadena de alimentos McDonalds, en los diferentes países donde la hamburguesa es comercializada, que no son pocos.
Fuente: Datos de The Economist
El índice es una particular forma de hacer comprensible el concepto de tipo de cambio, además de ello indica el comportamiento que en el largo plazo deberían tener las monedas y permite analizar qué tan subvalorada o sobrevalorada está una moneda con respecto a otra. Generalmente la comparación se hace convirtiendo el precio de las hamburguesas en los diferentes países a dólares para apreciar las diferencias.
Posteriormente el índice también empezó a ser considerado ajustado por el PIB Per cápita de cada país, con la idea de corroborar si se cumple la intuición de que la hamburguesa debía ser más barata en los países más pobres, debido a que los costos laborales son más bajos.
Actualmente el índice no puede predecir los tipos de cambio que se observan en el mercado pues las condiciones teóricas en las que se basa no se cumplen completamente. En algunos países comer en McDonalds es más cotoso que en un restaurante convencional del país, no en todos los países se consume cantidades grandes de este tipo de comida, además las naciones establecen diferentes sistemas de impuestos, regulan la importación y conviven con bajos niveles de competencia en los mercados lo que influye en los precios.
La idea en general es que al tipo de cambio vigente la hamburguesa debería costar lo mismo en New York, en Londres, en Bogotá o en cualquier ciudad donde McDonalds ofrezca la Big Mac.