El fraude es considerado como un acto intencional que busca asegurar a su autor o un tercero un beneficio ilegal, en detrimento de una persona. A nivel empresarial, se puede dar a través de información financiera alterada, malversación de activos, gastos e ingresos inapropiados, entre otros. Las consecuencias de un fraude empresarial son pérdidas económicas, de imagen y desconfianza de clientes e inversionistas.
Algunos ejemplos de fraudes empresariales ocurridos en el mundo han sido: Enron, la empresa de energía que trato de ocultar su verdadero nivel de endeudamiento a través de complejas transacciones con sus empresas filiales; WorldCom, firma de telecomunicaciones que contabilizó gastos por cerca de 4.000 millones de dólares como gastos diferidos, con el fin de ocultar sus verdaderas pérdidas; Global Crossing, compañía de fibra óptica que registró como ingresos ordinarios, ingresos que debían ser diferidos; Vivendi, entidad de comunicaciones europea que manipulo su Ebitda en la consolidación de su información con el grupo empresarial, para poder obtener mayor capacidad de endeudamiento; y Adelphia Comunications, sociedad de televisión por cable que se descapitalizó al conceder enormes préstamos personales a sus socios con el consentimiento de sus directores. Estos, entre muchos otros, son algunos de los casos más sonados en el mundo del fraude empresarial.
Tras los recientes escándalos que han ocurrido en el país, el fraude empresarial se revive como una de las principales preocupaciones para los ejecutivos. Algunas evidencias o señales de alerta para detectar situaciones fraudulentas son las siguientes:
- Presiones internas y/o externas para que la compañía cumpla con los objetivos establecidos. El riesgo de esto radica en el interés por parte de la administración de alterar la información financiera de la compañía con el fin de satisfacer las expectativas de Inversionistas, Junta Directiva, Entidades de Control. Algunas prácticas generalizadas son: Incrementos en activos de manera ficticia, crecimientos en ingresos sin justificación, disminución de pasivos ocultando obligaciones, y reducción de costos y gastos.
- Motivación a los empleados para el cumplimiento de metas comerciales. El riesgo se evidencia en el interés de los trabajadores en reflejar una buena gestión en ventas y recaudos de cartera, para lo cual se presentan ventas irreales, se cubren saldos de un cliente con dinero de otro, incluir ingresos de ejercicios anteriores, entre otros.
- Bajos niveles de control al interior de la compañía. Riesgos materializados en disminución y perdidas de activos por robo.
- Alta influencia de la gerencia en las políticas contables de la compañía, lo cual puede ocasionar irregularidades en la información financiera.
- Cambios frecuentes en Representantes Legales, Contadores, Revisores Fiscales y Auditores en la empresa; esta situación refleja la posibilidad de irregularidades al interior de la entidad y en sus resultados financieros.
- Es de resaltar que el encontrar señales de alerta en la actividad diaria empresarial no es sinónimo de fraude, pero si debe dar pie a la elaboración de preguntas y obtener respuestas adecuadas que aclaren la situación de la cual surgió la sospecha.
Finalmente, un ejercicio sencillo que se puede realizar para tomar evidencias de un posible fraude, es hacer un análisis de las declaraciones de renta comparadas con los estados financieros, esta práctica ayudó a identificar irregularidades en las cifras reflejadas por empresas del Grupo Nule. El fraude en los Estados Financieros busca mostrar buenos resultados de las compañías para obtener acceso al crédito, mejores tasas de interés, otorgamiento de licitaciones, cupos con proveedores, entre otros. Por su parte si las declaraciones de renta reflejaran los buenos resultados que se tienen en los estados financieros, la compañía tendría que pagar mayores impuestos. De hecho las entidades financieras están obligadas a reportar a la DIAN, aquellas operaciones en las cuales sus clientes presenten una utilidad, antes de impuestos, que exceda en más de un cuarenta por ciento (40%) la renta líquida que figure en la declaración de renta y complementarios que corresponda al Estado Financiero del mismo período; igualmente cuando el valor del patrimonio contable exceda en más de un cuarenta por ciento (40%) el patrimonio líquido (Artículo 623-1 del Estatuto Tributario).