Un equipo de científicos ha marcado un hito en la biotecnología agrícola al lograr que cultivos de cereales crezcan sin la necesidad de fertilizantes industriales, un insumo que actualmente representa un alto costo económico y ambiental para los productores. Este avance se sustenta en la ingeniería genética, permitiendo que plantas que tradicionalmente no fijan nitrógeno, como la cebada, puedan obtener este nutriente esencial directamente de la naturaleza mediante una simbiosis bacteriana inducida.
Según Contexto Ganadero, la investigación liderada por Simona Radutoiu y su equipo demostró que bastan 2,0 modificaciones genéticas específicas para alterar el comportamiento de la planta. El hallazgo clave radica en transformar el sistema de defensa de la raíz: en lugar de identificar y rechazar a las bacterias fijadoras de nitrógeno como amenazas, la planta modificada pasa a cooperar con ellas, replicando el proceso natural que realizan las leguminosas. Este cambio de “rechazo a cooperación” se logró manipulando receptores moleculares precisos en el laboratorio, abriendo la puerta a una agricultura autosuficiente en nutrientes.
El impacto de este descubrimiento trasciende la productividad, apuntando directamente a la sostenibilidad climática y energética del planeta. Al eliminar la dependencia de los fertilizantes sintéticos, se reduciría drásticamente la huella de carbono asociada a su fabricación y transporte, así como la contaminación de fuentes hídricas por escorrentía. Los investigadores aseguran que este es un paso firme hacia una producción de alimentos más ecológica, donde la eficiencia biológica reemplaza a los insumos químicos costosos.
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