El turismo ha venido dinamizándose cada vez más en el país. Las tasas de crecimiento del sector en el último año alcanzaron niveles del 12%, muy superiores a las reportadas en el conjunto de la economía, mientras que la inversión, tanto pública como privada, que se ha destinado a centros de comercio, hoteles y restaurantes, tuvo un crecimiento del 736%, pasando de US $221 millones a US $1858 millones en el mismo periodo de tiempo. Estos resultados son producto del trabajo conjunto que se ha gestado desde el Gobierno Central y en particular de la gestión del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, por el cual se le ha apostado al sector, a tal punto que actualmente constituye la segunda entrada de divisas al país, solo por debajo del petróleo y sus derivados.
Hoy en día, la bandera de gestión del sector de cara al futuro sigue siendo el fortalecimiento de esta actividad. El proceso de paz que se viene desarrollando en el país, y por medio del cual se ha aumentado el número de escenarios a disposición de las comunidades, presenta una oportunidad excepcional para implementar proyectos y estrategias que atraigan cada vez más turistas que aporten al aumento de la producción y del desarrollo económico que actualmente se tiene.
Así pues, se espera que en los próximos 500 días se implementen cerca de 100 acciones que permitan el desarrollo de 12 corredores turísticos y conviertan a Colombia en el destino preferido de la región, tal como lo ha declarado la ministra María Claudia Lacouture, por medio de la inyección de más de $105.000 millones. La idea es que estos recursos se dispersen por los ejes de la competitividad, educación, seguridad, responsabilidad, formalidad, calidad, infraestructura y paz, en los cuales se sostiene la actividad turística del país.
Algunas de las acciones que se desean implementar son el impulso del bilingüismo, la apertura de nuevos colegios con enfoque, becas educativas, formulación de planes de negocio, incremento de policías de turismo, apoyo a comités departamentales de seguridad turística, convenios con administraciones locales, medidas de ataque el turismo sexual e infantil, mejoramiento de escenarios turísticos y en general la formalización de la actividad.
Sin embargo, a pesar de los indudables beneficios que se ciernen en materia económica, tanto para los pobladores como para las comunidades en las cuales se espera se desarrollen este tipo de actividades, las consecuencias negativas que pueden derivarse de la actividad turística, en el plano ambiental, social o cultural, ineludiblemente hacen prestar especial atención a los entes regulatorios, de manera que desde ya se prevea y se tomen medidas que hagan frente y suavicen los efectos de dichas problemáticas.
El plano ambiental y ecológico es sin duda el que mayor escepticismo genera, y no es para menos si se tiene en cuenta que el gran eje al que se viene apuntando con ahínco es el ecoturismo y la explotación comercial de los Parques Nacionales Naturales, que actualmente se elevan a 43, y de las áreas protegidas con que cuenta el país. Si bien el Ministerio de Ambiente ha señalado que este tipo de actividades se impulsan con base en las condiciones de capacidad de carga con que cuenta cada uno de estos espacios para su conservación y sostenibilidad, existen claros ejemplos que muestran como la falta de unos trazos bien definidos que permitan identificar que tan aptos son los territorios para el desarrollo de estas actividades han pasado cuenta de cobro al ambiente y han sido mayores las afectaciones que los beneficios que se han generado.
Algunos ejemplos de ello ha sido Tailandia, quien en 2016 se vio obligada a cerrar por daños ambientales una de sus islas, la cual tenía una capacidad de recepción de 70 turistas y se encontraba recibiendo cerca de 1.000. La sobrepoblación generó problemas en las especies de la isla, incluidos los arrecifes de coral. Otras especies que sufrieron las consecuencias de la actividad turística fueron el caracol dorado de agua y el cangrejo ermitaño, que no encontraron cabida para reproducirse y alimentarse bajo las dinámicas que llevaba la isla en su momento. Greenpeace también hizo un llamado por la situación que se desarrolla con el turismo en México, especialmente en sus zonas costeras, que ha hecho que las pérdidas de hábitat y los niveles de contaminación sean cada vez problemáticas agudas. Los problemas se generan en la medida en que no existe una infraestructura básica, faltan redes de drenaje y alcantarillado, plantas de tratamiento y un adecuado uso de los residuos sólidos, por el débil marco jurídico que rige al sector, según la ONG.
En el plano social los debates que se ciñen a esta problemática suelen ser ampliamente discutidos, en especial por el foco por medio del cual se examinan estos. El exministro de ambiente del país recientemente, adicional a los problemas que pueden desarrollarse en el plano ambiental sobre los parques nacionales, hizo un llamado sobre la construcción de establecimientos de alojamiento en las zonas ya mencionadas, que hasta ahora son de dominio público de la nación, y que en sus palabras ahondan la segregación social que ya es aguda en el segundo país más desigual del mundo. Incluso se compara con la situación que vive África con el manejo de sus parques nacionales, los cuales, a pesar de tener excelentes alojamientos, poseen un sistema de segregación absoluta, por el que encontrar a un africano dentro de uno de sus parques es un fenómeno muy extraño.
Así mismo, en el plano cultural puede hacerse referencia a otros aspectos negativos como la desculturización de comunidades receptoras que son débiles en tamaño, como es el caso de los Arhuacos en la Sierra Nevada de Santa Marta, quienes han manifestado su preocupación frente a la actividad, y lo que deriva en la comunidad y en el entorno en el que ellos se desempeñan; o los problemas de delincuencia y seguridad que en muchas ocasiones acompañan la actividad turística.
El llamado es entonces a hacer frente al reto que se da desde los agentes que intervienen en la actividad turística. Concentrar esfuerzos en los territorios que permitan definir unos límites claros entre el goce de los hábitats y espacios, que hagan del sistema un modelo sostenible, que posibiliten afrontar los desafíos económicos que se dan en el país, hacer que mayores comunidades se beneficien y rompan los círculos de la pobreza, al tiempo que los espacios donde se desarrolla la actividad se blinden y les sea posible su conservación y la de las especies y comunidades que allí habitan.