En Casanare no llueve desde diciembre y las temperaturas van entre 40 y 45 grados centígrados. Esto ha causado la muerte de miles de animales, ha arruinado cultivos y afectado el abastecimiento de agua a varios municipios. La sequía podría estar relacionada con la excesiva ganadería, la poca capacidad productiva de los suelos, los cultivos agrícolas, el pastoreo en zonas de páramo y la posible afectación de las aguas por la actividad petrolera.
Una de las principales actividades que ha contribuido a esta situación es la deforestación. El retiro de áreas boscosas conlleva desequilibrios de los balances hídricos locales y regionales, ya que los niveles de retención de agua y almacenamiento de humedad se ven afectados. La ganadería extensiva, ha favorecido el incremento de los niveles de deforestación del departamento. Ciertas actividades agrícolas aportan su cuota a los procesos de tala de árboles en esta región, como por ejemplo el cultivo de arroz y palma de aceite. Esta dinámica agrícola genera consecuencias ambientales de diversa índole, entre las que figura la destrucción de bosques y el secamiento de humedales.
Es de resaltar que los proyectos de inversión en este departamento no se limitan al ganado y al agro, también figuran diversas actividades de extracción de recursos minero-energéticos como minerales no metálicos (arena, arcilla y grava) y petróleo, los cuales ocupan un importante renglón de la economía regional. Es así como a finales de 2013, Casanare ocupaba el segundo lugar del escalafón de producción de petróleo del país, abarcando poco más de 17% del total nacional, donde los campos Rancho Hermoso, Pauto Sur Piedemonte, Las Maracas, Cupiagua y Curito ejercían un marcado liderazgo.
Estas actividades, además de tantas otras que se pueden enlistar, generan fuertes intervenciones territoriales y demandan grandes cantidades de agua (se calcula que para extraer un galón de petróleo se necesitan 10 galones de agua y que para refinar un galón de este commodity se necesitan 7000 mil litros del preciado líquido) en conjunto, alterando la dinámica hídrica del lugar, lo que a su vez genera las condiciones para que los efectos climáticos sean más intensos. Todas estas intervenciones, principalmente los proyectos a gran escala, generan perturbaciones en los ecosistemas, especialmente cuando sus actividades incluyen hacer detonaciones para pozos petroleros, desviar caudales de ríos, intervenir humedales, retirar la cobertura vegetal, entre otras.
Más allá de las condiciones climáticas extremas, la problemática de fondo que se tiene que discutir es la forma como se está planificando el desarrollo en esta región del país y su relación con los niveles de vulnerabilidad a eventos como la sequía. Es claro que ante las lógicas extractivistas de los últimos gobiernos nacionales y en medio de un modelo económico que ve a la naturaleza como una gran despensa de bienes mercantiles susceptibles de explotación; las áreas boscosas, los humedales, las fuentes hídricas y la biodiversidad no están siendo incorporadas como elementos centrales en los procesos de planificación del territorio.
Así, es indispensable que Casanare, como tantas otras regiones del país, deje de verse únicamente como un espacio abierto a la extracción de recursos naturales sin mayores beneficios en la calidad de vida de sus habitantes y sin ninguna garantía de sostenibilidad de sus áreas naturales. La conservación de la biodiversidad y los ecosistemas es fundamental para este departamento y, para avanzar en este camino, es importante entender que la configuración e intervención de los territorios traen consecuencias con el potencial de acentuar los efectos climáticos sobre el agua y otras especies.