Los Juegos Olímpicos representan no solo un gran reto para la ciudad donde se realizan, sino una inmensa campaña publicitaria que proyecta la imagen del país, es por esto que muchas ciudades se lanzan a esta cruzada. En la fase de la candidatura, la ciudad anfitriona debe desarrollar un plan que sea atractivo para la comunidad de acogida y que el impacto de los juegos no sea perjudicial para la ciudad ni para el país. Una vez es seleccionado el lugar, el anfitrión debe planear la organización para luego iniciar la celebración de los juegos. Es el momento en el que hay un mayor impacto en la ciudad sede. Después de los juegos, históricamente se ha realizado una atención inadecuada en la planificación de esta etapa, puesto que las ciudades se centran en ganar la candidatura y no en aspectos como el uso de la infraestructura después de los juegos.
Los Juegos Olímpicos representan no solo un gran reto para la ciudad donde se realizan, sino una inmensa campaña publicitaria que proyecta la imagen del país, es por esto que muchos lugares se lanzan a esta cruzada, en busca de una oportunidad que las visualice a nivel mundial y que además permita recibir grandes beneficios en términos socioeconómicos.
No obstante, diferentes expertos han expresado que el impacto socioeconómico y su rentabilidad no siempre son los esperados. En un análisis realizado por el Centro de Estudios Olímpicos en la Universidad de Nueva Gales se detalla que, si bien es difícil conocer el costo real de la celebración de unos juegos, hay variables que sirven para hacerse una idea de si las competencias han resultado rentables o no para la sede organizadora. Estas pueden analizarse en cuatro fases: la candidatura, los años para la organización de los juegos, la celebración de los juegos y el después de los juegos.
En la fase de la candidatura, la ciudad anfitriona debe desarrollar un plan que sea atractivo tanto para la comunidad de acogida como para los grupos clave de interés, que lo lleve a ganar el concurso de oferta frente a otras ciudades. Asimismo, el plan debe contemplar que el impacto de los juegos no será perjudicial para la ciudad ni para el país, demostrando que la realización de los Olímpicos no derivará en una carga excesiva a los ciudadanos.
Frente a los años para la organización de los Juegos, los organizadores deben administrar y planear detalladamente, enfrentándose con diversos problemas que deberán superar en un corto periodo de tiempo. Algunos de estos limitantes consisten en un aumento de las expectativas, ya que no todas se pueden cumplir, las promesas medioambientales, las obras que deben realizar para adecuar las ciudades, los intereses políticos, crisis externas, entre otros.
La etapa de celebración de los Juegos es el momento en el que hay un mayor impacto en la ciudad sede que puede ser positivo o negativo si se llega a presentar problemas de transporte o de inseguridad, así mismo se deben asumir grandes retos en cuanto a turismo, logística y una capacidad de absorción de la cantidad de visitantes que llegan de todos los lugares del mundo.
En la etapa después de los juegos, según analiza el estudio, históricamente se ha realizado una atención inadecuada en la planificación, puesto que las ciudades sedes se centran en ganar la candidatura y no en decidir que hacer con la infraestructura después de los juegos, sobre todo con los nuevos espacios creados y que pueden llegar a convertirse en ‘elefantes blancos’. También se presta poca atención a si debe darse algún beneficio a los recintos olímpicos o si conviene construir estadios y pabellones desmontables.
No obstante, el balance de la celebración de unas olimpiadas suele ser positivo en términos económicos, en la exposición de la ciudad y el país a nivel mundial, en el ingreso por el alto flujo de turistas y las altas sumas de inversión que van enfocadas al mejoramiento de la infraestructura. Sin embargo, para que este balance siga siendo favorable en el mediano plazo, debe existir mayor énfasis en la planificación para que la después de los juegos no derive en un descontento social en la ciudad anfitriona y no se convierta en blanco de críticas y protestas agitadas por construcciones lujosas que queden en desuso, en un aumento en la desigualdad por el cobro de impuestos, fallos en la organización y casos de corrupción.
